Trascendiendo lo «mexicano»

«Ya hay inquietudes y existen esfuerzos por conformar una comunidad cultural hispanoamericana (…) hoy, los interesados en trascender a una cultura hispanoamericana, lo que plantean es, proyectar hacia el futuro lo que ya tuvimos en el pasado. Esa cultura hispanoamericana ya existió durante el gran Imperio Español. «Su misión se truncó en cierto sentido con la independencia, y ahora es menester devolverlo al cauce de su destino histórico universal»

Plaza de Armas en México con la Catedral al fondo. C. Castro. Siglo XIX.

Plaza de Armas en México con la Catedral al fondo. C. Castro. Siglo XIX.

El siguiente texto es un fragmento del trabajo original del mismo título, de José Antonio Gorráiz (Universidad Panamericana, Julio de 2011). Publicado en Academia.edu

México debe dejar de pensar imitando modelos extranjeros que reflexionan problemas extraños a sus necesidades e intereses. Tampoco es que haya que encerrarse exclusivamente en problemas propios, sino que más bien, como afirma Luis Villoro, hay que tener en cuenta las necesidades y los supuestos culturales propios a la hora de tratar los temas universales. Las necesidades son las demandas de nuestros contemporáneos y los supuestos: la historia, el pasado.

En este sentido, una vez más, como planteaba Vasconcelos, pero de una manera diferente, México se encuentra en una coyuntura conflictiva pero prometedora. Por un lado es parte del bloque económico de América del Norte, con sus socios comerciales de origen Sajón: Estados Unidos y Canadá, pero por otra parte afín a los demás países latinoamericanos por su origen mestizo; indígena e ibérico y por ende afín también a España y Portugal.

Por una parte debe, si quiere, defenderse de ser absorbida por la globalización cultural aniquiladora, inyectando en esta lo que desee aportar y, por otra, debe decidir si integra en la «mexicanidad» a esas comunidades indígenas supervivientes a costa de su desaparición. «El indio no tiene otra puerta hacia el porvenir que la puerta de la cultura moderna, ni otro camino que el camino ya desbrozado de la civilización latina” y es que si todavía hay sangre indígena que no se ha mezclado con la sangre española, su cultura ya sufrió el influjo latinizador.

México ya no debe buscar tanto su esencia en los traumas del pasado, sino enfocarse en el futuro, en aportar su bagaje cultural al mundo global, siendo el primer paso la consolidación de lo hispanoamericano. En otras palabras, es momento de trascender lo «mexicano», por lo «hispanoamericano». Como afirma Reyes Mate «La globalización ofrece, desde luego, la posibilidad de universalizar las propias ideas, pero también de que las demás nos alcancen hasta el punto de que, inconscientemente, tomemos ideologías contrarias a nuestros intereses como propias». Es decir; si estamos convencidos que, como mexicanos, tenemos que aportar culturalmente algo al mundo, los instrumentos ofrecidos por la globalización pueden ser nuestro gran aliado, pero para ello debemos, primero, saber qué queremos aportar, y después hacer el esfuerzo por divulgarlo, de lo contrario, si ni siquiera pensamos que podemos aportar algo al mundo o no hacemos el esfuerzo por introducirlo, seremos borrados como cultura, quedando como una simple página del pasado en la historia de la humanidad. A lo sumo quedarán rasgos nuestros de mestizaje cultural inconsciente, pero no un impacto cultural consciente y activo. «En la Historia no hay retornos, porque toda ella es transformación y novedad».

No estoy proponiendo nada novedoso. Ya hay inquietudes y existen esfuerzos por conformar una comunidad cultural hispanoamericana. Esta se podrá dar mínimamente con el esfuerzo consensuado de comunidades culturales de, al menos, algunos de los países hispanoamericanos, aunque lo ideal sería la participaran consciente y entusiasta de todos. Cada país puede tener sus problemas específicos. La propia España enfrenta en este sentido actitudes reaccionarias, con movimientos regresivos aislacionistas en varias de sus regiones.

La identidad hispanoamericana está principalmente soportada por la lengua común y por unos valores originados en una religión común y practicada en mayor o menor medida en toda la geografía que abarca la Hispanoamérica, a pesar de los reiterados esfuerzos, en la mayoría de nuestros países por ignorarla y erradicarla. Tan debe ser considerada, que el que subsista mayoritariamente, a pesar precisamente de esos esfuerzos, es una prueba de su valor espiritual y cultural en el más amplio estrato de su población. Tratar de arrancarla y minarla, como se ha hecho y se sigue haciendo de manera más o menos forzada, contra el sentir de la gran mayoría, será tratar de derribar el pilar de donde nuestros valores proceden y por lo tanto uno de los fundamentos de nuestra afinidad y de nuestra esencia.

Curiosamente hoy, los interesados en trascender a una cultura hispanoamericana, lo que plantean es, proyectar hacia el futuro lo que ya tuvimos en el pasado. Esa cultura hispanoamericana ya existió durante el gran Imperio Español. «Su misión se truncó en cierto sentido con la independencia, y ahora es menester devolverlo al cauce de su destino histórico universal». Obviamente no estamos pidiendo, ni es posible, revivir el viejo imperio. Hoy España no sería vista como la «madre patria» sino como un hermano más y, como hermanos, debe ver a los demás estados hispanoamericanos. Los años de separación nos diferenciaron y cualquier esfuerzo de reunificación, en sentido cultural, no político, encontrará un contexto diferente al de hace dos siglos. Todos los hermanos son parte de una misma familia, comparten un tronco común, pero a su vez cada uno tiene sus características particulares, sus virtudes y sus defectos, sus propias experiencias, y sus propias necesidades.

La comunidad cultural encuentra su fundamento, su puerta de entrada, en la lengua común, pero esa lengua puede expresar experiencias e ideologías diversas. La comunidad no debe implicar homogeneidad, lo cual sería empobrecedor. Cada quien deberá aportar sus valores, sus perspectivas, sus experiencias y expresar sus necesidades y en el intercambio, todos pueden salir enriquecidos y fortalecidos por una comunidad hispanoamericana constructiva.

Vasconcelos ya percibía que eso es lo que hace el mundo anglófono: «…a la hora de obrar (…) el inglés busca la alianza de sus hermanos de América y de Australia, y entonces el yanqui se siente tan inglés como el inglés en Inglaterra». Y la historia nos muestra que Vasconcelos continúa teniendo razón; ¿Cuando hemos visto, durante el último siglo que el Reino Unido y Estados Unidos tengan un conflicto relevante o que uno no acuda en auxilio del otro cuando se solicita? «Los antiguos colonos de Nueva Inglaterra y de Virginia se separaron de Inglaterra, pero solo para crecer mejor y hacerse más fuertes. La separación política nunca ha sido entre ellos obstáculo para que en el asunto de la común misión étnica se mantengan unidos y acordes. La emancipación, en vez de debilitar a la gran raza la bifurcó, la multiplicó, la desbordó poderosa por el mundo; desde el núcleo imponente de uno de los más grandes imperios que han conocido los tiempos. Y ya desde entonces, lo que no conquista el inglés de las Islas, se lo toma y lo guarda el inglés del nuevo continente».

Sin embargo en Hispanoamérica no son extraños los conflictos diplomáticos y hasta bélicos, las rupturas de relaciones y los enfrentamientos por motivos económicos o ideológicos. Continúa Vasconcelos: «Nosotros no seremos grandes mientras el español de América no se sienta tan español como los hijos de España. Lo cual no impide que seamos distintos cada vez que sea necesario, pero sin apartarnos de la más alta misión común. Así es menester que procedamos, si hemos de lograr que la cultura ibérica acabe de dar todos sus frutos, si hemos de impedir que en América triunfe sin oposición la cultura sajona».

Vasconcelos percibía la comunidad hispanoamericana como una necesidad de supervivencia y poder entre hispanos e ingleses, como una confrontación entre ambas culturas, un conflicto: «Si nuestro patriotismo no se identifica con las diversas etapas del viejo conflicto de latinos y sajones, jamás lograremos que sobrepase los caracteres de un regionalismo sin aliento universal,…»

No estoy seguro que hoy siga siendo válida esa perspectiva de conflicto entre ambos conceptos culturales, pero sí creo que sigue siendo una necesidad, que si Hispanoamérica desea aportar conscientemente algo al mundo en su proceso de mestizaje, en su proceso de globalización, debe allanar los conflictos entre hermanos, uniéndose por lo común y enriqueciéndose por lo diferente.

 «El estado actual de la civilización nos impone todavía el patriotismo como una necesidad de defensa de intereses materiales y morales, pero es indispensable que ese patriotismo persiga finalidades vastas y trascendentales» apuntaba Vasconcelos en 1925 y todavía hoy, en el aspecto político sigue siendo así, pero en el aspecto económico ya se ha comenzado a dar esa trascendencia y, en el cultural, ayudados por el avance tecnológico, ya podemos aspirar a ella.»…pongamos en orden el espíritu, depurando las ideas y señalando orientaciones precisas» proponía Vasconcelos entonces; hagamos consciente y voluntariamente nuestra aportación cultural a Hispanoamérica y al mundo, diremos hoy.

La aportación que lo «mexicano» haga al mundo puede darse de dos maneras: voluntaria o involuntariamente; consciente o inconscientemente. Deseable sería que lo hiciéramos conscientemente pues ello implicaría que ya nos conocemos lo suficiente, que sabemos nuestro valor y que tenemos un plan a futuro para nosotros y, generosamente, para el mundo. Pero, si de cualquier manera, consciente y voluntariamente no logramos eso, inconscientemente, algo de lo mexicano quedará en esa raza y esa cultura cósmica, como ya se está dando en la alteración de la cultura estadounidense con la riada de emigrantes mexicanos, expulsados por la necesidad, al vecino país del norte, muchas veces, aunque no exclusivamente, en los territorios que alguna vez pertenecieron a México o a la Nueva España. Con ellos y con los hispanos de otros países de América va la aceptación del mestizaje, vivido por quinientos años en Hispanoamérica y raramente practicado por sajones, negros e indígenas norteamericanos, pero como profetizó Vasconcelos: «…el blanco tendrá que deponer su orgullo, y buscará progreso y redención posterior en el alma de sus hermanos de las otras castas, y se confundirá y se perfeccionará en cada una de las variedades superiores de la especie, en cada una de las modalidades que tornan múltiple la revelación y más poderoso el genio».

Con el emigrante va su cultura, sus valores, su religión, su expresión artística y todo esto, en contacto con los valores y la cultura del lugar al que se emigra, empieza a formar nuevos mestizajes. En Estados Unidos, con la gran ola migratoria mexicana se está alterando la sociedad, la cultura, la comida y hasta la lengua. Incluso, estadísticamente, la religión, donde el porcentaje de católicos va en constante incremento, en un país de origen netamente protestante.

 Así, si no conscientemente, lo mexicano y lo hispanoamericano, están alterando a la mayor potencia del mundo actual, y por medio de ella, dejarán su aportación al mundo.

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