El siguiente texto es un artículo del periodista de radio Claudio Scabuzzo, publicado el 27 de enero de 2010 en la bitácora La Terminal.

Brasil (en verde) e Hispanoamérica (en amarillo). Si la América de habla española estuviera unida, sería una superpotencia con el doble de población que Brasil y costas en ambos océanos.
El 1 de marzo de 1870 termina la guerra de la Triple Alianza, con la muerte del mandatario paraguayo Francisco Solano López, en la Batalla de Cerro Corá. Paraguay cae ante los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay solventados por las oligarquías obedientes al imperio británico y enemigos de la poderosa congregación de los jesuítas. Fue un genocidio, el más grande de la historia de América Latina, con un millón de paraguayos muertos, cuando su población era de un millón y medio.
Ese Paraguay era una potencia que inquietaba. Productora de algodón (materia prima que Inglaterra reclamaba para su revolución industrial ya que Estados Unidos no lo exportaba por el bloqueo secesionista) y de acero con el primer horno en el subcontinente. El Paraguay industrial tuvo el primer ferrocarril y fabricaba sus propias armas y barcos. Borrado del continente, Brasil y Argentina pudieron responder a los intereses extranjeros mejor que ese Paraguay rebelde.
Pero ya en esa guerra se vislumbraba el poder del imperio de Brasil, su enorme maquinaria conquistadora. La américa portuguesa obstentaba una unidad política envidiable frente a la américa española que se dividió y se enfrentó entre sí, que olvidó a sus patriotas comunes, a su historia común. Desparramada en virreinatos y capitanías generales, se disgregó en muchas naciones con rivalidades entre ellas. Sigue leyendo