La hispanidad desde el sur

«La hispanofobia de la que hablan algunos historiadores, no es tal. En la mayoría de los casos no son sentimientos indígenas genuinos. Han sido estimulados desde algunos sectores que fomentan la división tal cual lo han hecho en el pasado con la leyenda negra (…)  la lengua española nos une por sobre todas las cosas (…) es el factor de unión que más debemos cuidar»

Artículo de opinión del historiador e investigador Mariano García Barace publicado en la sección Política del periódico digital Intereconomía el 12 de octubre de 2013.

La América hispana: aquí se concentra más del 80% de los hablantes de español de todo el mundo.

La América hispana: aquí se concentra más del 80% de los hablantes de español que hay en el mundo.

NOTA: Las opiniones y expresiones vertidas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor y no deben interpretarse necesariamente siempre como un posicionamiento de nuestro sitio web Hispanoamérica Unida.

El Dr. Mariano Moreno fue el gran enemigo del despotismo y la opresión, pero jamás de España. Su madura rebeldía era sólo hacia el sistema político. Moreno marcó la diferencia entre los españoles europeos y los nacidos en suelo americano, sin dejar de sentirse español. De esa diferencia establecida por la generación emancipadora, nace la denominación hispanoamericano. Si hay algo que enaltece a los hermanos Moreno es el haber sido de los primeros que se solidarizaron con el sufrimiento indígena en las zonas de explotación metalífera, producto de la avaricia cruel de algunos españoles. Mariano Moreno habló sobre este tema al regresar de la Universidad de San Francisco Javier (Chuquisaca). Leamos: « El doctor Moreno conservó toda su vida una viva impresión de la lamentable escena que había presenciado, y tanto el conocimiento de lo que pasa en estos lugares, como la general noticia que adquirió durante su permanencia en el Perú, le hacían frecuentemente unirse con los piadosos sentimientos de un virtuoso prelado de la Paz, que tocado del espectáculo de estas desgracias e injusticias, solía decir en sus conversaciones, que pasaría gustoso el resto de su vida en los obscuros calabozos de los moros, por no tener el triste desconsuelo de ver servir los indios sin salario, y siempre sujetos sin recurso al capricho de los opresores de su libertad y usurpadores de sus bienes». (Vida y Memorias de Mariano Moreno. Manuel Moreno, 1812)

La opresión e injusticias existieron en el Potosí, pero no en el Río de la Plata. Cada región tuvo desarrollos diferentes. El mismo Manuel Moreno escribió en esa época que la invasión inglesa de 1806 había despertado a los habitantes de la apatía y que antes de esa época la población vivía tranquilamente al otro lado del océano, sujeta a un régimen inalterable (Ob. Cit). Aquí la población indígena se corrió hacia el interior de un inmenso territorio escasamente poblado, amortiguando el choque de civilizaciones. En un principio ese choque fue violento. Recordemos que Cristóbal Colón nunca estuvo en el Río de la Plata. Su verdadero descubridor fue el navegante Juan Díaz de Solís, que no fue bien recibido por los naturales. Al desembarcar en 1516 con otros tripulantes, fueron atacados, salvajemente asesinados, sus cadáveres asados y devorados por un grupo de antropófagos originarios.

América del Sur vive actualmente un periodo de revisiones históricas y reivindicaciones étnicas. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y sus seguidores pretenden remover la escultura de Cristóbal Colón ubicada frente a la Casa de Gobierno, para reemplazarla por la de Juana Azurduy Bermúdez (Chuquisaca, 1780 – Bolivia, 1862). Una iniciativa que ofende a la colectividad italiana que donó el monumento inaugurado en 1921. La exaltación de la figura de Azurduy en Buenos Aires distorsiona la identidad argentina. Es una idea caprichosa y confrontativa. Los derechos indígenas postergados no se resuelven de esta manera.

Negar los abusos cometidos durante la colonización española es tan precario como magnificarlos. Los hispanoamericanos llevamos ese peso sobre nuestras espaldas y nos hacemos cargo. La hispanofobia de la que hablan algunos historiadores, no es tal. En la mayoría de los casos no son sentimientos indígenas genuinos. Han sido estimulados desde algunos sectores que fomentan la división tal cual lo han hecho en el pasado con la leyenda negra. Hay una clara manipulación del relato histórico para socavar intereses españoles, portugueses e iberoamericanos, en favor de rivales comerciales históricos. La invención francesa de Latino América forma parte de la misma tendencia manipuladora. Curiosamente, en EE.UU. y Canadá son pocos los que recuerdan a sus pueblos originarios, por que fueron aniquilados casi por completo. Tal cual lo ha expresado Santiago Velo en su artículo “Dos formas de colonización” (La Gaceta, 3/2/2010).

Algunos historiadores han establecido un paralelo entre la invasión romana de la Península Ibérica y la colonización española de América. Esparcen esa idea equivocada equiparando a Francisco Pizarro y Hernán Cortés, con Escipión Emiliano. Difíciles de reivindicar desde la posición más débil que no ha podido ser aplastada. Todavía quedan algunos centuriones de la prepotencia que menosprecian a nuestros antepasados de la antigua Iberia. Prefieren identificarse con el avance tecnológico de los romanos. Sus armas, sus acueductos, sus puentes … En el relato acerca de las cruzadas, y en la denominada conquista evangelizadora de América, justifican la guerra al servicio de una cruz santa. Cuando es bien sabido que la «fe y violencia son incompatibles», tal cual lo ha expresado el Papa Francisco el pasado 18/8/2013. Los sudamericanos preferimos hablar de colonización.

Las dos cosas que más han molestado siempre de este lado del Atlántico, no pueden ser reconocidas como una herencia ibérica propiamente dicha. La prepotencia de los conquistadores es un estigma latino, bien reconocido durante la expansión del Imperio Romano. La codicia por el oro es una reminiscencia claramente bárbara. Tan es así que en Hispanoamérica la palabra “godo” se usa despectivamente, casi como un insulto para caracterizar algunos españoles mandones y ávidos de riquezas. Es un americanismo muy utilizado entre criollos.

De todos los españoles y portugueses, es el tipo ibérico el que más agrada. El hombre defensivo que incorpora sabiamente las influencias foráneas sin perder su identidad. Es un hombre espiritual, devoto y mariano. Su espíritu, el más antiguo, sufrido e inocente. Hizo propias las enseñanzas cristianas traídas por el apóstol Santiago (Yaakov Bar-Zebdi) y los siete Varones Apostólicos enviados por el apóstol Pedro (Shimón Bar-Ioná) y el apóstol Pablo (Saulo de Tarso). Vertiente pura del cristianismo ibérico.

El periodista Carlos Esteban en un artículo dedicado a la semana de la hispanidad (8/10/2013) ha señalado que la lengua española nos une por sobre todas las cosas. El español, bendita lengua ibérica. Es la más inclusiva y diversa de todas. Tiene la capacidad de mezclar vocablos de diferentes etnias, razas y pueblos. Una lengua fecunda en constante superación, que no pierde la «unidad en la diversidad», tal cual lo expresa la política lingüística panhispánica de la Real Academia Española (RAE). Cada cual la utiliza con el matiz que su espíritu le imprime. Ya sea por conveniencia, practicidad, o por amor a Castilla, es el factor de unión que más debemos cuidar. MGB 12/10/2013.

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