
Antiguo mapa de América conservado en El Escorial (Madrid) donde se aprecia la Nueva España y parte del territorio sudamericano de Hispanoamérica.
Artículo de Tomás Bermúdez Izaguirre, publicado en el diario electrónico mexicano «Durango al día» (19/10/2012)
El Cambio de la sensibilidad mística por la postura liberal radical ha provocado la decadencia de las naciones hispanoamericanas al perder su idiosincrasia. El nacionalismo es una idea política que ha tenido diversas concepciones según la praxis nutricia de la que derive. El fermento nacionalista surgido de la revolución francesa y derivado del espíritu de la Ilustración que defendía la nación como una comunidad de ciudadanos que tomaban el pacto de unirse. El romanticismo liberal produjo, por el contrario una exaltación de las cualidades étnicas, culturales y lingüísticas que forjaron del mensaje aglutinador.
Ideas que produjeron movimientos centrípetos de la unión de minorías a países afines a su cultura y raza, pero prepararon la causa de fragmentación de otros construidos en valores determinados en la religión y la convivencia histórica. La Novohispanidad no responde a ninguna de esas concepciones liberales surgidas en el pasado. Por el contrario, responde más bien a una praxis universalizadora que resulta hija del catolicismo militante de la civilización española. El sentimiento de pertenencia a una comunidad permanente como la hispana, de los diferentes pueblos de América no corresponde a motivos étnicos.
El continente occidental es el fruto de los más diversos mestizajes entre las diversas razas sin ningún ánimo, por ello, de discriminaciones entre los diversos componentes de las sociedades americanas. Los lazos vertebradores de esta comunidad son la pertenencia a la misma religión, que le da esa idea de universalidad, que comprenden únicamente los católicos, y la lengua española, como canal unificador y de comunicación de los más diversos sentimientos.
El liberalismo independentista fragmentó la comunidad hispana en múltiples naciones, enfrentadas posteriormente por la instigación de las naciones anglosajonas, empujadas por intereses económicos, a las cuales han servido las oligarquías criollas. El falso indigenismo ha sido otro enemigo que ha querido desterrar la idea de Novohispanidad rompiendo así el lazo de unión y solidaridad de los países hispanoamericanos. En Perú, fue el comunismo el que utilizó ese caballo de Troya, En México lo fue el revolucionarismo proestadounidense y actualmente en Sudamérica el “socialismo” Bolivariano. No obstante, Hispanoamérica será en este nuevo siglo la comunidad más importante de la Civilización y tendrá la misión de ser uno de sus baluartes. Esta importancia deberá componer un renacimiento del espíritu hispanoamericano. Revalidará a nivel mundial la alianza de los países hispánicos y la formación de unas elites que respondan a la idiosincrasia del espíritu nacional de Hispanoamérica, ayudará a una mejor explotación de los recursos naturales del continente, en consonancia con el respeto a la naturaleza, ahora esquilmada, y liberará de la esclavitud y la miseria, a la que ahora están sometidos la gran mayoría de los trabajadores, propiciando un desarrollo económico compatible con la justicia social, y siendo el gran protagónico, nuestro México, la gran metamorfosis nacional ha iniciado democráticamente para de nuevo conquistar con prestancia y dignidad su verdadero liderazgo hemisférico, disipado hace años. “Omnium rerum principia parva sunt”. Los comienzos de todas las cosas son pequeños.