«La lengua española y la religión católica pueden actuar como factores de cohesión entre las naciones políticas de Hispanoamérica, así como la relación dialéctica frente a los Estados Unidos y sus intereses geopolíticos en el mundo (…) La cuestión es trascender el nacionalismo en sus versiones más cercanas al “egoísmo colectivo” (…). Reivindicar Hispanoamérica implica triturar mitos oscurantistas que son legión» (Manuel Llanes)
Extracto de la entrevista realizada al escritor Manuel Llanes García y publicada en el sitio web Izquierda Hispánica.
NOTA: Las opiniones y expresiones vertidas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor y no deben interpretarse necesariamente siempre como un posicionamiento de nuestro sitio web Hispanoamérica Unida.
¿Qué opina usted de la herencia española en Iberoamérica?
En Hispanoamérica vivimos todavía las consecuencias del desmembramiento del Imperio Español. José Vasconcelos lo dice muy claro en el Ulises criollo: “Un patriotismo ardoroso y ciego proclamaba como victoria inaudita nuestra emancipación de España, pero era evidente que se consumó por desintegración, no por creación”. Este año se celebra la independencia de los antiguos territorios del Imperio Español y en las naciones políticas emergentes todavía, después de 200 años, no se tiene claro el papel que el imperialismo generador tuvo en aquellas tierras. Desde una perspectiva infantil, se asocia sin más el Imperio Español con la leyenda negra y la Inquisición, pero no se tiene en cuenta la acción depredadora del Imperio Británico en la actual Norteamérica, por ejemplo. Los ingleses aniquilaron a los indígenas y los españoles se mezclaron, lo cual dio lugar al mestizaje. Se desconoce que la Nueva España era una parte formal del Imperio Español y no una colonia. Se olvida que en 1812 se consideraba españoles tanto a los peninsulares como a los habitantes de los territorios americanos; en cambio se alimenta el mito del cura Hidalgo, un reivindicador del Antiguo Régimen.
Entonces esa herencia española hay que buscarla en la existencia de las ciudades americanas, como el DF, todas ellas producto de la norma del imperialismo generador. No hay que perder el tiempo mediante reivindicaciones de un pasado indígena que nunca le dio unidad a la antigua Mesoamérica, como si ocurrió en la Nueva España.
Desde luego, no hay que despreciar la construcción de un contexto cultural católico (digo lo anterior como ateo esencial, aunque no anticlerical) que nos previene de un vacío ideológico que haría las delicias de protestantes y musulmanes, quienes al lado de la iglesia católica son simplemente puro delirio irracional.
Sin duda el legado más importante es la existencia de una lengua como el español, que permite que más de 400 millones de personas del orbe puedan comunicarse.
¿Qué piensa usted del legado de la Unión Soviética? ¿Cree usted que el modelo soviético de socialismo es el único realmente posible?
Creo que su gran legado es haberse constituido como una generación de izquierda definida, la quinta generación, de acuerdo con Gustavo Bueno y El mito de la izquierda, desde una plataforma ideológica muy potente, el marxismo-leninismo, cuya influencia en la filosofía y la economía actual todavía persiste y es aprovechable, como lo ha hecho el materialismo filosófico mediante “la vuelta del revés de Marx”. Además de que operó como un imperio generador sobre un buen número de países, en contraste (y enfrentamiento directo) con la norma de la Alemania nazi y imperialismo depredador.
Modelos de socialismo desde luego que puede haber otros, en la medida en que apelen a la persistencia de las naciones políticas, al imperialismo generador y liberen su ideología de componentes metafísicos.
¿Cómo valora el proyecto político panhispánico de Hugo Chávez?
El gran acierto de Hugo Chávez es su reivindicación de Bolívar y de la unidad de lo que él llama Latinoamérica. Y en esto último está su gran defecto, porque está envuelto en el mito de Latinoamérica (un término acuñado por los franceses, con fines imperialistas, precisamente), en lugar de reivindicar Venezuela como parte formal de la Comunidad Hispánica y que por lo tanto tendría en España no a su antagonista (“¿Por qué no te callas?”) sino a su nación canónica. En lugar de eso lo que hace es discutir públicamente con Zapatero y el Rey, pero desde las coordenadas ideológicas de un “indio alzado”, como él mismo lo ha dicho, no como un hispano.
Como es muy dado a las bravatas, ese rasgo de su personalidad le ha acarreado su particular leyenda negra, que opaca sus aciertos, como el reconocimiento de que los intereses de sus vecinos son los suyos. Además, con frecuencia se le critica desde el fundamentalismo democrático, que sataniza los liderazgos fuertes como el suyo.
Sin embargo, el aspecto más criticable de Chávez me parece su cercanía al gobierno de Irán, una alianza que ha concretado por su obsesivo antinorteamericanismo. Y se podría decir lo mismo de Evo Morales y de Lula.
¿Qué cree usted que hace fracasar los proyectos izquierdistas en la Unión Europea?
En el caso de España, creo que no se ha entendido que está inmersa en una biocenosis, donde los estados más fuertes (Alemania, Francia, Inglaterra) cuentan con que sus adversarios no los consideren tales, sino “hermanos” de lucha. Para que la explotación de los más poderosos sobre los débiles tenga éxito hace falta que estos tengan en mente no esa dialéctica de estados brutal, sino a la Europa sublime. O bien, todavía peor aún, participar desde la Europa de los pueblos, que trata de integrar a las naciones étnicas pero sin tener en cuenta a las naciones políticas, que interpreta como simples reliquias. Frente a un panorama semejante no cabe hablar de holización o de racionalismo universalista y por lo tanto tampoco de izquierda.
¿Cree que hay algún sustrato común entre los países iberoamericanos que fundamente una potencial Alianza Socialista Iberoamericana?
La lengua española y la religión católica pueden actuar como factores de cohesión entre las naciones políticas de Hispanoamérica, así como la relación dialéctica frente a los Estados Unidos y sus intereses geopolíticos en el mundo.
¿Qué balance a nivel político haría de la Revolución Cubana y de la importancia política de Fidel Castro?
Hablar de Cuba es hablar del problema americano, para decirlo con Ismael Carvallo, en la medida en que estamos ante una cuestión de filosofía de la historia. Desde esa perspectiva a Fidel Castro creo que hay que juzgarlo no desde el fundamentalismo democrático, para el cual siempre será monstruoso que una persona permanezca décadas al frente de una nación política. O bien, se juzga a los Castro como los victimarios de un activismo político que se basa en melodramáticas huelgas de hambre. Véase por ejemplo el discurso de un adalid del “liberalismo” como es el intelectual orgánico Mario Vargas Llosa, siempre tapizado de fundamentalismos de variado pelaje.
En ese sentido, hay que interpretar la cuestión cubana como la historia de una alternativa frente a un modelo neoliberal representado por los Estados Unidos, pero que entra en crisis a partir de la caída de la Unión Soviética, lo cual sitúa el horizonte de la actual Cuba en la eventual transición a la socialdemocracia. Así, la importancia de Castro es fundamental porque la suya es la historia de una experiencia de enfrentamiento contra un imperio como el norteamericano, que continúa hasta la actualidad bajo la forma de embargos o conciertos “solidarios” de Juanes.
Al mismo tiempo, para evaluar al gobierno Cubano hay que tomar en cuenta las voces de críticos como el Reinaldo Arenas de Antes que anochezca (1992), que muestra las contradicciones del régimen. Es decir, además de ser una figura central de la dialéctica de estados, Castro también es el gobernante que secuestró la figura de José Martí con fines ideológicos. También es verdad que al momento de juzgar a los altos mandos que delinquen, el gobierno de los Castro ha mostrado una dureza ejemplar.
¿Cree usted que el Islam es un movimiento de izquierdas, como apuntan algunas izquierdas, o acaso no es sino otro tipo de fundamentalismo? ¿Cree usted que el Islam o los diversos movimientos islámicos son una amenaza?
El islam es la derecha por excelencia, desde el momento en que los individuos sacrifican su cuerpo a los designios de un dios que, según ellos, les ha dado el derecho de poseer no sólo Palestina sino el mundo. O usan a sus hijos como escudos para luego llorar frente a las cámaras mientras imploran al cielo. Eso sin perjuicio de que Chávez y otros efectúen, desde su faceta más ingenua y su antinorteamericanismo, alianzas estratégicas con gobiernos como el de Irán, que están ansiosos por enriquecer su judeofobia con uranio. Porque desde luego que Ahmadineyad y Hugo Chávez tienen en los norteamericanos a un enemigo común, pero eso no significa que sea prudente para un hispanoamericano aliarse con gobiernos de esa ralea.
La yihad y el irracionalismo universalista del islam hoy continúan vigentes, como puede apreciarse en esas polémicas en torno al velo islámico, al que se le quiere dar el sentido de una prenda cualquiera, como si usarlo no fuera propio de mujeres sumisas. O la invitación por parte del gobierno de Marruecos para dialogar acerca de la “ocupación” de Ceuta y Melilla. O los pleitos por la Catedral de Córdoba, “mezquita”, para algunos.
Es decir, las instituciones del islam, como la poligamia, son incompatibles con las de la nación política moderna. Pero mientras desde España se proponga un “diálogo de civilizaciones”, como si hubiera tantas civilizaciones como individuos, la corrección política privará en un problema que exige medidas más enérgicas.
¿Cree que todo anticapitalismo es igual? ¿Qué diferencias relevantes observa entre los movimientos anticapitalistas más destacados? ¿Cree que los movimientos utópicos son contraproducentes?
Habría que distinguir el supuesto anticapitalismo de un antisistema, uno de esos jóvenes confundidos que frecuentan las manifestaciones contra el fascismo el 12 de Octubre en España, de una plataforma racional como la que pone en práctica Venezuela, donde se explota el petróleo por medio de una sociedad anónima en la cual el gobierno es el inversionista mayoritario. Porque las congas, las rastas, los juegos malabares, las palestinas y los pantalones holgados, si bien configuran la imagen de todo progre que se respete, poco nos dicen de economía política; en cambio, nos pintan de cuerpo entero a un conglomerado de “activistas” envueltos en mitos, como el italiano que te topas en Europa y cuando le dices que eres mexicano te cuenta muy orgulloso que trabajó con los zapatistas en Chiapas, como si el indigenismo fuera una alternativa frente a las trasnacionales y no su víctima propiciatoria. En este último sentido las utopías sí son contraproducentes, además de que contribuyen a la formación de una clase indocta.
¿Por qué cree que todos los medios de comunicación españoles se encargan de ridiculizar a las izquierdas hispánicas?
En parte por la imagen folclórica de sus líderes, como Chávez, muy dado al histrionismo, el comentario jocoso y a veces el comentario extravagante, como cuando Evo Morales relacionó los pollos con los homosexuales. Pero no se repara en que igual de extravagante es una apología de Vargas Llosa acerca del liberalismo, como si se pudiera concebir una economía política sin estado.
¿Cree que el tildar de izquierdas a los movimientos nacionalistas étnicos es correcto o incorrecto?
El mito de la izquierda es uno de los más caros para los secesionismos de la actualidad. Pero no puede haber una generación de izquierda ahí donde se niegan los mismos derechos para todos los individuos de una nación política, en nombre de un supuesto derecho de autodeterminación de los pueblos, de estirpe nazi. De ahí que en otra ocasión haya dicho que un rótulo tan curioso como “izquierda aberzale” en realidad no es otra cosa que un oxímoron.
¿Cree que el capitalismo actual de mercado pletórico -de plétora de mercancías producidas y consumidas- es el final de la historia y el estadio final de felicidad de las naciones del mundo?
Hay que conversar con ciertos jóvenes de las naciones europeas que aún no forman parte de la zona del euro (los serbios, por ejemplo) para darse cuenta de lo importante que es para ellos consumir. Tener un acceso más amplio al mercado pletórico es hoy un rasgo de modernidad, si se concibe ésta como la capacidad para viajar en un mundo “sin fronteras” e interpretar el personaje de un cliente satisfecho en el marco de la Europa sublime. O bien, hay que ver a los mexicanos que asisten al consulado de Estados Unidos en Hermosillo para tramitar una visa de turista: no es raro verlos vestidos con camisetas decoradas con la bandera de las barras y las estrellas, porque saben que más allá de la frontera con Nogales está la tierra idónea para consumir. Pero mientras tanto otros llevan a cabo una lucha por satisfacer sus necesidades más apremiantes, para sobrevivir. El mentado final de la historia no deja de ser un relato épico.
¿Vería con buenos ojos la lucha por la unidad de los hombres y mujeres que hablan español y portugués en una sociedad política socialista? ¿Cree posible y necesaria la unidad de 400 millones de seres humanos, con un pasado y un presente común, en el socialismo, en un futuro aún más común?
En Esplugues de Llobregat, al lado de Barcelona, hay un letrero que dice: “Municipio de Europa” y al lado, el nombre de Ahrensburg, una ciudad de Alemania con la cual Esplugues está “hermanada”, según nos cuentan. La situación de otras ciudades de España no es muy distinta, en tanto que el europeísmo es uno de los mitos más potentes de la actualidad, aunque uno especialmente oscurantista. De ahí que haya vascos que nos aseguren que su país está más allá de las fronteras de Francia y no en Andalucía, por ejemplo.
El reto es convencer a la gente en permanente idilio con la idea de una Europa sublime de que la zona del euro más bien debería llamarse “zona cero”. Se piensa que gracias a Europa los españoles viven en condiciones de bonanza. Ese es uno de los principales obstáculos para hablar de una Hispanoamérica unida, como se puede comprobar si se plantea a un español la posibilidad (o la necesidad) de una alianza iberoamericana socialista. La unidad de Hispanoamérica en un mercado común es una idea aureolar, pero igual lo es la Unión Europea y aun así levanta numerosas filias, a pesar de que esta última es insidiosa.
De ahí que esté convencido de que la “Tesis de Gijón” y el “Manifiesto de la Ciudad de México”, del filósofo mexicano Ismael Carvallo, aprovechan y corrigen el planteamiento latinoamericano de Chávez y compañía para hacer una propuesta que ahora se llame Hispanoamérica, la “alternativa hispanista” de Gustavo Bueno, que también es la de Alfonso Reyes. La cuestión es trascender el nacionalismo en sus versiones más cercanas al “egoísmo colectivo”, como le llama Jesús G. Maestro. Reivindicar Hispanoamérica implica triturar mitos oscurantistas que son legión.
Por favor, si Chavez, era hispanofobo y este gobierno es eurofobo y la unidad latinoamericana es falsa, porque en el caso venezolano estamos bajo dominio de los Castros.