La involución hispanoamericana (o por qué estamos así)

«Utilizando la ingenuidad causada por la buena fe, el gobierno británico –con intrigas interminables- destruyó a España y a las Provincias Españolas de Hispanoamérica (…) fueron divididas y balcanizadas y nunca constituyeron estados independientes. Fueron y son territorios tributarios y de saqueo sin fin. Para el mundo anglosajón y para los mercaderes de otras latitudes. Tenemos tan sólo una independencia simbólica (…) Si nos empecinamos en mantener las leyendas, mitos, dogmas y esquemas irracionales antinaturales, nada podrá construirse (…) La decisión es nuestra. La voluntad ha de ser lo que nos conduzca hacia una victoria y futuro»

De la fuerza de la unidad a la debilidad de la fragmentación: Hispanoamérica en 1800 (izquierda) y en la actualidad. 200 años de pérdidas territoriales y balcanización sin fin: este es el producto del imperialismo anglosajón.

De la fuerza de la unidad a la debilidad de la fragmentación: Hispanoamérica en 1800 (izquierda) y en la actualidad. 200 años de pérdidas territoriales y balcanización sin fin: este es el producto del imperialismo anglosajón.

El siguiente texto es un extracto del prólogo del libro «La involución hispanoamericana. De provincias de las Españas a territorios tributarios. El caso argentino, 1711-2010», obra del Dr. Julio C. González, Ex Secretario Técnico de la Presidencia Perón-Perón, Ex Profesor de Economía Política y Derecho del Trabajo de la Universidad de Buenos Aires (1965-1976) y, desde 1989, Profesor Titular de «Estructura Económica Argentina» en la Universidad de Lomas de Zamora (Buenos Aires).

La historia, además de ser saber de lo acontecido, es prognosis –o conocimiento anticipado- del futuro, y su falsificación el camino que conduce al fracaso y a la destrucción de las naciones. Por eso, los actos de los hombres y los actos de los gobiernos del pasado deben tener una veracidad exacta al ser descriptos.  Si ese diagnóstico es equivocado jamás las futuras generaciones americanas podrán transitar una nueva huella. Nueva huella que saque a la Hispanidad, esto es, a las Españas de América, desde México hasta Argentina, y a la España ibérica, del trágico proceso en que se deshacen y se desagregan desde hace doscientos años, 1810-2010.

La génesis histórica es la serie encadenada de hechos y de causas que conducen a un resultado, y el resultado de las secesiones de la Hispanidad está a la vista: crueldad sanguinaria, pobreza y miseria, postergación perpetua de la gran creatividad intelectual y ausencia de un futuro de grandeza: para sus hombres y mujeres, para sus pueblos.

La búsqueda de la verdad para saber de qué núcleo provienen todos estos males vitalicios ha sido impedida por sectores interesados y por el condicionamiento de mitos, dogmas y esquemas, que nos impiden ver la causa histórica de las desgracias que sufrimos de manera pura y simple. El camino hacia la verdad histórica ha estado siempre en las latitudes de Hispanoamérica y España en una nebulosa artificialmente creada.

Con esto, en nuestra tierra y en toda Hispanoamérica, la frustración de idealidades creadoras, es una metodología de dominación y de esclavitud que permanece inalterable. Los hombres y los pueblos no tienen la tranquilidad que les permite ser ellos, producir con el espíritu y engendrar y concebir para continuar la vida. No tienen la paz que es la armonía que suprime las aviesas hegemonías. En lugar de paz, existe quietismo que es resignarse y aceptar.  Finalmente los hombres y los pueblos no tienen felicidad o satisfacción por sus existencias.

Cada generación o conjunto de seres vivientes coetáneos repite que todo tiempo pasado fue mejor. Quienes con tanta ligereza esto sostienen, ignoran que sus peripecias y desventuras actuales también han de ser tiempo pasado. En consecuencia, la crisis de nuestro pueblo y de todos los pueblos del continente Suramericano deviene cada vez más honda.

Difícil es escribir sobre estas cuestiones, pero mucho más difícil es poder imprimir y poder publicar. Cuando se intenta explorar la génesis y el futuro desenvolvimiento de los males que nos agobian, irrumpen feroces interferencias. Lo que no se puede comprar con el soborno se elimina con la muerte, y lo que no puede matarse –por diversos factores- se silencia para siempre. El pensamiento o trabajo intelectual o investigación científica que informe, instruya y eduque a los hombres y a los pueblos no se imprime y, si se imprime, no se edita: no se comenta, no se distribuye y ni siquiera se anoticia de su existencia. Así se silenció toda investigación intelectual perturbadora.

De esta manera se mantiene en Argentina y en Hispanoamérica, el régimen que nos involuciona. Es decir, que nos achica y que nos deforma como personas y como pueblos.

El pueblo “quiere saber de qué se trata”, tanto ahora, en 2010, como en 1810, año en el cual nadie entendía lo que estaba ocurriendo. Y el pueblo argentino siguió sin entenderlo nunca. En 1837, veintisiete años después de los acontecimientos de 1810 Estevan Echevarría (1), un pensador genial, se preguntaba: “¿cuál fue el propósito del 25 de Mayo de 1810?”. Ciento cincuenta años más tarde, en 1960 (2), otro talento natural que tuvo nuestro país, Rodolfo Irazusta, se interrogaba con términos similares a los siguientes: “¿Próceres? ¿Pero de qué próceres me hablan? ¿Cómo es posible que a los que reverenciamos pueda denominárseles “próceres” si por seguir sus “ideas” estamos metidos en semejante lío? Próceres pueden haber sido en los Estados Unidos, Washington, Hamilton, Lincoln y tantos otros, porque abrieron un sendero a través del cual ahora muchos norteamericanos son millonarios y han llegado hasta la luna. Próceres acaso podrán haber sido, en la Unión Soviética, Lenin, Stalin y otros, porque con un sistema distinto el pueblo ruso elevó su nivel de vida y también han llegado a la luna”. Pero aquí en Argentina, desde el principio “retrocedemos y nos empobrecemos cada vez más. Siempre. Con todos los gobiernos”. Esta tesis se halla también muy bien acreditada en la obra de Julio Irazusta Argentina. Balance Económico de Siglo y Medio (3).

La revolución de mayo de 1806, óleo de Francisco Fortuny (1942).

La revolución de mayo, óleo de Francisco Fortuny (1942). La historiografía oficial ha ocultado las verdaderas causas de la separación.

El 9 de Julio de 1816, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, se declaró la independencia “de los Reyes de España, sus Sucesores y Metrópoli”. Luego se agregó por iniciativa del diputado Pedro Medrano “y de toda dominación extranjera”. Del pronunciamiento de este Congreso de Tucumán conocemos únicamente  el Acta del 9 de Julio de 1816. Porque los Libros de Actas del Congreso de Tucumán, anteriores y posteriores a esa fecha, donde debió haberse debatido y explicado por qué y para qué las Provincias Españolas de América del Sur se separaban de las otras provincias de España (4) y cuáles serían los eventuales beneficios que los pueblos conseguirían con esto, desaparecieron. Ni Mitre conoció los Libros de Actas. Desde el año 1927 no se sabe dónde están los borradores. Antes nadie dejó constancia de haberlas leído.

La “Independencia” abarcaba, según los términos del acta supérstite del 9 de Julio de 1816, a todas las “provincias de Sur América”: empero, luego se limitó a una Argentina atlántica en vez de bioceánica, y de menos de tres millones de kilómetros cuadrados, en vez de los siete que tenían estas Provincias de España cuando se denominaban Virreinato del Río de la Plata. La “independencia” a que nos referimos fue “declarada”. Pero, ¿se hizo efectiva? Porque un Estado para ser independiente y soberano necesita dos requisitos: uno, querer o tener voluntad de ser soberano e independiente, y otro, que los demás Estados dentro de la Comunidad Internacional, lo reconozcan como tal.

Con sinceridad y con dolor debemos reconocer que la mentada “Independencia Argentina” es tan sólo cromática y musical. Cromática porque tiene una bandera, un escudo y una escarapela de colores. Musical porque tiene un himno. Un himno cuya letra y cuya música han sido recortadas en la mayor parte de su versión original. La composición musical completa se ha perdido. La actual es tan sólo algún fragmento recompuesto a fines del siglo pasado. De la persona, de la vida y del destino del compositor de la música, muy poco se conoce.

Argentina presenta la singularidad de que, antes de dictar una Ley Básica o Constitución que organizase el Estado Nacional Argentino (comenzando por determinar el ámbito territorial que tendría, el idioma que debería hablarse, y los derechos elementales de los ciudadanos), otorgó derechos, privilegios y prerrogativas a los súbditos británicos por el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1825.

Consolidada por gobiernos de hecho, la estructura económica ganadera y financieramente tributaria de empréstitos permanentes, concertados sólo para el despilfarro y la recepción de jugosas comisiones para los gobernantes que los contrataban, se dictó en 1853 la Constitución. Su prefacio dice “Nos los representantes del pueblo”. Emplea el vocablo representantes en vez de emplear las palabras “Nos el pueblo” como leemos en la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Por qué? Porque en Argentina la Constitución la sancionaron quienes se autotitularon representantes y una vez que la dictaron, la impusieron a todo el territorio del país. En cambio, en los Estados Unidos, el texto constitucional, una vez sancionado, fue sometido a la ratificación de cada uno de los Estados que se habían unido para fundar los Estados Unidos de Norteamérica.

En Argentina los que se autotitularon representantes del pueblo (lo correcto hubiese sido “de los pueblos”), establecieron que la Constitución era para estas tres categorías de personas:

1)      “para nosotros” (es decir, para el sector que tenía poder de gobierno en ese momento).

2)      “para nuestra posteridad” (es decir, para los descendientes del sector que detentaba el poder de gobierno).

3)      “para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

Faltó, por lo tanto, otorgar derechos a todo el pueblo argentino, o mejor a todos los pueblos argentinos. Esto es, a quienes sin entender nada fueron reclutados contra su voluntad en levas, para formar los ejércitos que lucharon para producir la secesión de España primero, y luego en interminables guerras civiles hasta 1880.

Los sectores con poder para gobernar y sus corifeos, de una manera ostensible o encubierta, continuaron rigiendo la estructura económica y las vinculaciones exteriores con otros Estados, conculcando los derechos y las necesidades vitales del pueblo argentino.

Demográficamente, Argentina es el país menos hispanoamericano del continente. Su población originaria hispanoindiana fue sucesivamente masacrada y reemplazada. Muerte constante desde 1810 hasta 1880 como antes lo hemos dicho: por las guerras de secesión de España, por las guerras civiles permanentes que sobrevinieron luego, por la guerra con el Paraguay desde 1865 hasta 1870, por la guerra por la federalización de Buenos Aires en 1880. Por dos epidemias de cólera y una de fiebre amarilla. Un aluvión inmigratorio de diversas proveniencias, muy idealizado, empero, en sus quehaceres, en sus ideas y en sus actos, completamente diversificado. No hubo un elemento catalizador jurídico-económico-cultural-espiritual que produjera un arraigo y la continuidad inalterable de un ser nacional. Es decir, faltó un elemento vinculante que señalase al pueblo argentino –una huella firme por la que transitara, generación tras generación, para la obtención de un “bienestar general” ininterrumpido. El bienestar general se logra a partir de una estructura económica. Una estructura económica es un sistema o armazón organizado para poder conseguir: finalidades de finalidades de producción, métodos de elaboración, formas de distribución y dirección de las implicancias de todo este proceso.

Una estructura económica puede tener por objeto el “bienestar general” o “bien común” de un pueblo independiente  o  el “vasallaje” y la “servidumbre” de quienes habitan un ámbito territorial determinado. Para mantener inalterable esta última situación, la desinformación de las víctimas es fundamental. Con la desinformación, los pueblos sojuzgados consideran las desgracias económicas que siegan sus vidas como un fenómeno natural tal como lo es el viento, la lluvia o el frío. Con la desinformación, las víctimas no tienen el diagnóstico de los males que sufren. Por eso, nadie acierta con el tratamiento. Esto es lo que ocurre en la Argentina y en toda Hispanoamérica desde 1810.

Ahora en el siglo XXI, el sojuzgamiento de territorio y de poblaciones se ha enmarcado en el vocablo “globalización”. La globalización es un proceso de producción, de metodología productiva y de reparto de los bienes y servicios obtenidos en función exclusiva de una rentabilidad cada vez más alta y de una exclusión o marginación humanas cada vez más pronunciadas.

Invasores ingleses

Invasores ingleses apoderándose de los caudales del Virreinato frente al cabildo de Luján en 1806. Óleo de Francisco Fortuny (Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo, Luján, Buenos Aires).

La “globalización depredadora” tiene dos fases:

a)      La primera fase es la superexplotación de mayorías, a quienes se les hace trabajar hasta el extremo de agotarlos físicamente y luego abandonarlos. A éstos se les retribuye reimplantando la “ley de bronce de los salarios”. Por la misma los trabajadores debe percibir una remuneración necesaria sólo para reponer energías y continuar con el trabajo hasta que su estado físico se termine o no sea laboralmente óptimo para el desgaste. Entonces los descendientes que ellos procrearon los reemplazan: un salvaje sistema de castas para asegurar e incrementar rentabilidad para unos pocos, a costa de la vida o la salud de una inmensa mayoría que son los otros.

b)      La segunda fase es la marginación total a quienes no se les adjudica ningún lugar en el proceso económico. A éstos se les extermina como en Ruanda, Burundi y otras muchísimas regiones africanas. Marginación es genocidio y africanización

Esta concepción fue instrumentada por Sir Henry Kissinger cuando era Secretario de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica. En un memorándum de sus Secretaría de Estado que lleva el número 200 del año 1974, dirigido al Fondo Monetario Internacional, indicaba que para el año 2000 la población de Iberoamérica debía reducirse a la mitad, esto es, de 450 millones de personas en esa época, a 200 para ese año. Y la población del mundo no debería sobrepasar los 2.000 millones de personas. Si observamos veinticinco años después este programa, advertimos que se halla en plena ejecución:

a)      En Colombia se está preparando un Vietnam  Suramericano.

b)      En Medio Oriente se gesta una guerra de “inter-civilizaciones”, y los fundamentalismos de los pueblos que en esa región residen, sabotean los permanentes planes de paz que se proponen a estos pueblos en conflicto bélico interminable.

c)       El denominado País Vasco, los países que formaban la ex Yugoslavia, Chechenia, etc., constituyen otros casos.

Tenemos así una guerra globalizada bajo la apariencia de guerras locales simultáneas que la encubren.

Con esto vemos que la “globalización económica” no es un fenómeno natural sino un plan, cruelmente voluntario, elaborado por las potencias del Primer Mundo. Esto es el Hemisferio Norte –especialmente anglosajón- contra toda la humanidad. Es el saqueo de los estados y la masacre de sus pueblos planificada y conducida con un método de muerte gélido y aterrador.

Frente a esta globalización depredadora, tenemos la globalización o internacionalización genuina y humana que está dada por la instantaneidad de las comunicaciones y la interrelación de los descubrimientos e invenciones para mejorar la vida en segmentos cada vez mayores y continuos.

La universalización de las culturas se encuentra en el derecho racional, como vía creadora de una humanidad en la cual “los hombres serán sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos”, conforme el principio que acuñó Karl Christian Friedrik Krause (1781-1832) en sus obras: Fundamentos del derecho natural, Sistema de moral y Sistema de filosofía. En Argentina, Krause tuvo un discípulo continuador en la personalidad de Hipólito Irigoyen. En otro aspecto, el ecumenismo espiritual religioso es una expresión de la globalización o internacionalización racional y natural. El mismo concepto vale para el lenguaje.

Nunca se ha advertido que la globalización espiritual y lingüística tuvo su primera expresión significativa en el imperio español que se extiende desde el año 1500 hasta 1810, y en Asia y las Antillas, hasta 1898, en que fueron conquistadas por los anglosajones las provincias de las Islas Filipinas, Cuba y Puerto Rico. En ese período, el mundo presenció el advenimiento de una antropología mestiza hispanoamericana que transformó la conquista de los primeros tiempos, en una colonización, o, mejor, pacificación, como quiso llamarla Felipe II, que brindó al mundo una amalgama de etnias y culturas nuevas. En ella se mezclaron conocimientos, sentimientos y valores intelectivo-espirituales que pudieron brindar –y pueden hacerlo todavía- una nueva concepción de la palabra, del verbo de acción creadora y de una humanidad fructífera a nivel universal.

Esta evolución pudo haber arribado muy alto hace dos siglos, cuando el Código Civil de Napoleón expandía por toda Europa y sus territorios de ultramar, el vital principio de igualdad ante el derecho, igualdad jurídica de posibilidades, obligaciones y responsabilidades. Este axioma ponía fin a los pseudo estamentos del privilegio monetario parasitario. Empero, cuando este postulado elemental podía arribar a Hispanoamérica y a Iberoamérica, de la misma manera en que se había generado en los Estados Unidos de Norteamérica el 4 de julio de 1776, el lucro monetario (esencia destructora de la vida y del trabajo) lo aniquiló. El pueblo desinformado de España fue instigado a combatir con todo furor al bonapartismo que había rescatado todo lo bueno de la Revolución Francesa de 1789 e impedido que se reiterara todo lo malo y todo lo cruel. Esta incitación a combatir al bonapartismo se llevó a cabo también en las provincias españolas de Hispanoamérica, para beneficiar a Inglaterra.

En Hispanoamérica y en Iberoamérica, el sector cuya finalidad vital era la rentabilidad del lucro monetario combatió la igualdad ante la ley proclamada en la Constitución de las Cortes de Cádiz de 1812 para todas las provincias de España, y para todas las provincias de la Hispanoamérica y de otros continentes. En Gran Bretaña, especialmente en Londres –su capital-, se habían afincado los usureros lombardos, venecianos y genoveses hacia el año 1300. Los lombardos dieron su nombre a Lombard Street –calle donde se halla actualmente la Bolsa de Valores de Londres- equivalente a Wall Street de Nueva York. Desde allí se lanzaron a la conquista de España y de sus provincias de ultramar con una sutileza, hipocresía y cinismo muy pocas veces vista en la historia universal.

La Constitución de Cádiz de 1812 fue una de las más liberales del mundo y reconoció la igualdad de los ciudadanos de un mismo Estado en ambos hemisferios. Sin embargo, fue combatida por los sectores más reaccionarios, que al final provocaron la separación de Hispanoamérica y su sometimiento al imperialismo británico.

La Constitución de Cádiz fue una de las más liberales del mundo y reconoció la igualdad de sus ciudadanos en ambos hemisferios. Sin embargo, fue combatida por los sectores más reaccionarios, que al final provocaron la separación de Hispanoamérica y su sometimiento al imperialismo británico.

Utilizando la ingenuidad causada por la buena fe, el gobierno británico –con intrigas interminables- destruyó a España y a las Provincias Españolas de Hispanoamérica.

Por el tratado Apodaca-Canning de 1809, España contrató la “ayuda” británica para expulsar a los franceses. Esto se concretó bajo la conducción de los generales Sir Arthur Wellesley, duque de Wellington (más tarde vencedor de Napoleón en Waterloo) y William Carr Beresford (que había conquistado Buenos Aires en 1806). Éstos organizaron regimientos de españoles dirigidos por oficiales ingleses para combatir a los franceses y a los españoles bonapartistas de ideas novedosas.

A su vez, las Provincias de Hispanoamérica fueron sublevadas por oficiales disidentes y desertores del Ejército Español que con asesores británicos los indujeron a luchar contra Napoleón primero y a separar Hispanoamérica de España, después.

Unos y otros eran inexpertos y crédulos por igual, sin ninguna formación intelectual que les permitiese evaluar la gravitación de la civilización de España e Hispanoamérica en la comunidad internacional. Esa civilización donde convergieron los seguidores de Averroes, Maimónides y Santo Tomás de Aquino, San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima y de Demetrio Inca Yupanqui.

Ni los mercaderes depredadores, ni los gobiernos que masacraron y masacran poblaciones enteras –por los medios más violentos como las balas o por procedimientos más sutiles como el hambre y la desocupación- poseían el patrimonio intelectual y espiritual que les permitiese integrarse a la legión de constructores de la felicidad de los hombres y de los pueblos.

Ningún país, ninguna nación, ningún estado independiente pueden construirse y mantenerse como una estructura jurídica y económica, edificada sobre los falsos cimientos de una leyenda.

Por todo lo expresado, este libro pretende ser una réplica a la obra publicada por la Universidad de Londres en 1998 titulada Argentina gesta británica, escrita por Emilio M. Fernández Gómez, y a las obras Historia Argentina y La colonia olvidada (2007) de Andrew Graham Yooll. En tal sentido, procura exhibir la conquista británica sostenida inadvertida y encubierta de Argentina e Iberoamérica llevada a cabo durante dos siglos.

Describimos la secesión del mundo hispanoamericano provocada e instigada por los gobiernos de Gran Bretaña con la complicidad de comerciantes americanos de importación y de exportación que hubieron de resultar y, efectivamente fueron, los únicos beneficiarios de la secesión de las Provincias de Hispanoamérica.

Las Provincias de Hispanoamérica fueron divididas y balcanizadas y nunca constituyeron estados independientes. Fueron y son territorios tributarios y de saqueo sin fin. Para el mundo anglosajón y para los mercaderes de otras latitudes.

Tenemos tan sólo una independencia simbólica que en nada benefició nunca a los pueblos hispanoamericanos. Ni económicamente, ni culturalmente, ni espiritualmente.

En síntesis, la Argentina es un país cuya soberanía estuvo siempre condicionada por Gran Bretaña, por los Estados Unidos y por otras potencias europeas. Estos Estados son los que deciden sobre nuestros actos internos e internacionales.

Harry S. Ferns en su recordada obra Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX destaca con toda claridad el método que los británicos emplearon para conquistar Hispanoamérica. El procedimiento fue éste:

  1. Divide et impera.
  2. Trade no countries.
  3. Ejercer el poder sin exhibirlo.
  4. Inducir a nuestros enemigos a hacer lo que nosotros necesitamos que hagan para que se destruyan solos.

El liberalismo económico no es, por lo tanto, una doctrina o una ideología sino una metodología de conquista, de sojuzgamiento y de dominación del país. Repetimos: el accionar de los rebeldes de América, salvo excepciones, no se basaba en ideales. Eran todos, absolutamente todos, en distintas proporciones, instrumentos de buena o mala fe de la conquista económica y financiera de América que se había planificado y estaba dirigida desde Londres.

La Verdad debe ser la Única Realidad. Sólo así podremos liberar a esta Iberoamérica atrozmente injusta, económicamente esclava y jurídica y políticamente desquiciada. Si nos empecinamos en mantener las leyendas, mitos, dogmas y esquemas irracionales antinaturales, nada podrá construirse, sino que todos los restos de lo que fuimos conformarán una entropía que se diluye. La decisión es nuestra. La voluntad ha de ser lo que nos conduzca hacia una victoria y futuro. ¿Cómo hacerlo? Blas Pascal, matemático y filósofo, nos ha dado la fórmula: la fuerza (de la moneda o de las armas) rige al mundo, pero la opinión pública dirige la fuerza.

NOTAS

(1) En la obra de Alfredo L. Palacios (1951) Estevan Echevarría. El albacea del pensamiento de mayo, página 333, se establece que el nombre de Estevan Echevarría se escribía con «v» y no con «b». Editorial Claridad, Buenos Aires.

(2) Mesa redonda en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires, en el año 1960: Tres revoluciones: 1930-1943-1955. Editorial Perrot, Buenos Aires, 1960.

(3) Irazusta, Julio (1960) Argentina. Balance económico de Siglo y Medio. Buenos Aires.

(4) Los territorios de América por la legislación española no eran colonias ni factorías, sino provincias y los autóctonos dominados fueron proclamados por las leyes españolas súbditos de la corona y no se les abolió su sistema económico, político y legislativo. (Cfr. Levene, Ricardo: Historia del Derecho Indiano, pág. 19, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1952). En el mismo sentido Demetrio Inca Yupanqui diputado del Perú a las Cortes de Cádiz de 1810 expresó: «Se debe entender que las provincias de América no han sido ni son esclavas ni vasallas de las provincias de España. Han sido y son como unas provincias de Castilla con los mismos fueros y honores». (El Perú en las Cortes de Cádiz, Tomo IV, Vol 1º de la Colección Documental de la Independencia del Perú, pág. 73, Lima, 1974).

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