El hispanoamericanismo de Alberto Masferrer

Alberto Masferrer, escritor, filósofo y político nacido en Alegría (El Salvador) en 1868 y fallecido en Tegucigalpa (Honduras), en 1932.

Alberto Masferrer, escritor, filósofo y político nacido en Alegría (El Salvador) en 1868 y fallecido en Tegucigalpa (Honduras), en 1932.

Su antiimperialismo era más bien rodoniano de búsqueda de lo propio frente a lo ajeno, de reencuentro con los valores hispanoamericanos y de rechazo a la imitación de lo norteamericano, evitaba copiar lo extranjero como lo único bueno y válido para la constitución de la patria y la nación.(…) «la necesidad perentoria es hacer la unión, porque si no la hacemos juntos se apoderarán de nosotros y después no habrá ni conservadores ni liberales sino súbditos de un poder extraño»

El siguiente texto es un fragmento transcrito del trabajo titulado «El vitalismo teosófico como discurso alternativo de las élites intelectuales centroamericanas en las décadas de 1920 y 1930. Principales difusores: Porfirio Barba Jacob, Carlos Wyld Ospina y Alberto Masferrer», obra de Marta Elena Casaus Arzú (publicado en la revista REHMLAC, ISSN 1659-4223, Vol. 3, Nº 1, Mayo 2011- Noviembre 2011, bajo el apartado «La difusión del vitalismo teosófico de Masferrer»).

Podríamos decir, sin duda, que no sólo es el mejor exponente del vitalismo teosófico sino su creador o el intelectual que más difundió e influyó en Centroamérica en esta corriente tan sui generis en el pensamiento centroamericano y que desembocó en un proyecto político: el unionismo.

En su pensamiento hay una hibridación de varias corrientes: el vitalismo de Tolstoi, el socialismo fabiano de Henry George; el anarquismo y socialismo libertario de Kropotkin y de Proudhon, Graves; las corrientes teosóficas e hinduistas de Krishnamurti, Jinarajadasa, Vivekanda, o Gandhi; y el pensamiento unionista y panhispanista de Haya de la Torre, Rodó, Martí, Ugarte, Mistral y Vasconcelos, etc. Resulta difícil saber cuál de ellas primaba sobre las demás. Me atrevería a pensar que el socialismo fabiano con influencias anarquistas y el modernismo y unionismo, constituyeron el núcleo duro de su pensamiento ético-político, influido por pensadores latinoamericanos como Rodó, Darío, Montalvo y Martí en su adaptación centroamericana.

Masferrer alude clara y explícitamente a sus fuentes de inspiración, que loa permanentemente en toda su obra. En La misión de América cita a sus «caballeros andantes», cuyas mayores hazañas del mundo las han acometido quienes han tenido como principal ocupación dispersar las ideas a través de folletos y periódicos: Buda, Pitágoras, Confucio, Jesús, San Pablo Lao-Tsé y Platón, que se hicieron nómadas para desentrañar de sí mismos y cristianizarlas sus doctrinas maravillosas. Rubén Darío fue nómada y Manuel Ugarte, Vasconcelos, Gabriela Mistral, Haya de la Torre, impregnaron su vida y su trabajo con frecuentes períodos de nomadismo». Consideraba que todos ellos eran fieles a la memoria de Cervantes y a un cierto «quijotismo» hispano, que simbolizaba un estilo de vida, una forma de hacer política, una guía para la acción de personajes que recorrieron América para cumplir una visión vital: «la de forjar una nación nueva: Hispanoamérica». Masferrer los citaba como mentores dignos de admiración o de referencia en la formación de la nación americana por su neta inspiración espiritualista, cuyo ejemplo de vida deberían servir a América de faro y guía en esta misión. El ejemplo de vida de estos «nómadas» no es sólo intelectual, sino existencial, para » que pueda mostrarnos el camino y darnos ánimo y luz para recorrerlo».

Curiosamente casi todos los autores contemporáneos citados, además de ser «caballeros andantes» y forjadores de la nación panhispana, pertenecían o estaban vinculados con los círculos teosóficos; pero también, son pensadores bolivarianos o martianos y tienen un proyecto panhispanista y antiimperialista. En cuanto a los guatemaltecos, se refiere a Máximo Soto Hall como a uno de los pensadores más antiimperialistas de su época. Curiosamente todos ellos fueron en su momento agitadores sociales, personajes que trataron de cambiar su sociedad y modificar las pautas sociales, ética y políticas de la época. Otro de sus autores más nombrados es Haya de la Torre y los círculos apristas centroamericanos, que tuvieron una gran influencia en su antiimperialismo militante y en su unionismo.

La otra corriente fundamental fue el vitalismo, pero no en la vertiente orteguiana o nietzscheana, como opinan algunos críticos masferrianos, sino en las corrientes hinduistas y orientalistas en donde sin duda está anclada buena parte de su pensamiento. A estos autores no los cita en ningún momento ni como referentes lejanos. Sin duda una de las fundamentaciones más sólidas fue la platónico-hinduista en su concepto del espíritu, la materia, el cosmos y la VIDA, que posteriormente hibridó con el vitalismo georgiano y oriental. En su obra, Las siete cuerdas de la lira (1926), planteaba ya su teoría vitalista, partiendo del supuesto idealista de procedencia platónica e hinduista, de que la vida es una, pero diversa en sus infinitas manifestaciones. Así como las siete notas musicales y los siete colores del arco iris que, «combinados producen una diversidad inmensa». Sólo la sabiduría o la gnosis pueden llegar a acercarse a la verdad y al conocimiento de la unidad en la diversidad. De ahí derivaba su pensamiento profundamente igualitario del ser humano: «nosotros, como las plantas, los animales y las piedras, como todo lo que vive sobre nuestro planeta, respirando el mismo aire, confrontados por las mismas aguas, reanimados por el mismo calor… somos distintos y extraños en apariencia, mas en realidad somos y vivimos, una sola vida», esa vida es movimiento, palpitación ritmo origen y fin de todo el cosmos.

En la correspondencia mantenida con su esposa Hortensia retorna a esta idea de la unidad en la diversidad y la compara con un árbol de la siguiente manera, «Así como el tronco encuentra para vivir su elemento que es la raíz y las ramas disponen siempre y necesariamente de su elemento que es el tronco y las hojas nacen y se nutren de su elemento, que son las ramas, así nosotros como en los animales y en las plantas, nacemos y nos desenvolvemos en nuestro natural e indispensable elemento que es la tierra».

Ante un ataque que desplegaron algunos de sus colegas contra las doctrinas vitalistas y a su folleto Mínimum Vital, Masferrer airadamente respondió que el vitalismo no es una invención suya, sino «una fórmula ideada por hombres tan nobles y tan sabios como Enrique George quien el mundo culto venera como un profeta y cuyas doctrinas están cristalizándose en Australia, Dinamarca, en la Argentina y en otras partes». Recomendaba a sus lectores que leyeran, Progreso y miseria, El problema de la tierra y el problema del trabajo y Problemas sociales de George y La conquista del pan, Campos fábricas y talleres y La ética, de Kropotkin.

En las obras donde se encuentra más clara esta influencia es en las que desarrolla su pensamiento social como: ¿Qué debemos hacer?, El dinero maldito, Mínimum vital y Leer y escribir.

¿Qué debemos hacer? Es la obra primigenia de la que parten todas las ideas básicas de carácter social y político, que quedarán plasmadas también en sus obras posteriores. En este pequeño ensayo-panfleto hay una carta dirigida a un obrero, José Mejía, que le pregunta ¿qué debe saber un obrero para ser instruido? Aunque bajo la forma de cartas desordenadas, el autor manifiesta su deseo de exponer y compartir sus ideas con otros obreros, que escribió probablemente mientras era co-director o redactor del periódico Los obreros unidos y del semanario Renovación, en 1918. Consideramos que es una obra clave para comprender las fuentes de inspiración básicas de su pensamiento, de todas sus obras posteriores como Mínimum vital, Dinero maldito o Leer y escribir El libro de la vida, escritas casi una década después. La segunda edición completa desarrollaba sus premisas fundamentales, y respondía a Mejía diciéndole lo que todo ser humano, fuera obrero, campesino o mujer, debería conocer para satisfacer sus necesidades y alcanzar el bienestar. Puesto que para Masferrer saber era poder, todo ser humano debía conocer aquello que le sirviera para acercarle a la verdad y procurarle a sí y a los demás una vida feliz. Consideraba que debía aprehender al máximo aquellos elementos que le permitieran un conocimiento verdadero del mundo. Creía necesario vincular la ciencia con la moraentendiendo ésta , «como la ciencia de los derechos y los deberes humanos, cuyo fin es enseñarnos, cómo se ha de vivir».

En linea con el primer anarquismo consideraba que estos derechos han sido «conculcados», robados por el enemigo, por los ricos «evitando que todos los hombres cumplan con su verdadero y esencial derechos «¡vivir!, vivir plena y libremente, satisfaciendo todas sus necesidades corporales y espirituales». Entre los derecho básicos e inalienables, que llama humanos, está el derecho al pan, a la tierra y al trabajo. Es aquí donde las fuentes de inspiración del anarquismo  del socialismo fabiano están más claramente expresadas. Incluso cita a pie de página textos de Kropotkin, Reclús, Graves, para que los obreros los lean, con el fin de que reciban una educación de vida que es, a su juicio, «lo que los anarquistas llaman educación integral y según ellos mismos, así vivirán todos los hombres en una sociedad bien integrada: trabajando con las manos y con el cerebro». Al final en el mejor estilo del panfleto decimonónico hace un llamamiento a los obreros centroamericanos a organizarse para crear una sociedad más sabia y justa y para lograr las mismas conquistas que otros obreros en Europa y en América Latina.

Cuando enumera los derechos que todo ser humano debe conocer, respetar y exigir, el primero que apunta es el derecho a respirar «aire libre, puro y bastante, a respirar aire no contaminado por mal uso del medio ambiente, a vivir en medios higiénicos que permitan a cada ser humano obtener la cantidad de aire, de alimento, de trabajo, de descanso y de calor que necesita nuestro organismos y en qué condiciones lo necesita». El segundo derecho es el pan «el pan nuestro de cada día santificado y consagrado por todas las religiones». Como Kropotkin se refiere, en sus mismos términos, a la conquista del pan y el derecho de todo ser humano a gozar de habitación alimento, higiene y vestido, derechos que posteriormente reivindicará en su Mínimum vital.

El derecho al pan va unido al derecho a la tierra, que debe ser un bien común para todos los hombres. En este primera obra de juventud su reivindicación del derecho a la tierra es mucho más radical que en Mínimum vital o en Leer y escribir, donde ya no juega un papel central, siendo el trabajo y la vida digna los que ocupan el lugar preferente. Considera necesaria la liberación de la tierra, que ha sido monopolizada y esclavizada por unos pocos y, siguiendo la argumentación de Henry George, de Tolstoi y de Proudhon, dice que la tierra es el bien más preciado de la persona y uno de los derechos humanos básicos del que los hombres se han visto desposeídos. Compartía con estos tres autores la opinión de que una de las principales lacras de la humanidad era la apropiación de la tierra y la posesión del suelo, punto de partida de la explotación y de la esclavitud, «el hombre es un animal terrestre […] Para el hombre la tierra es manantial de toda vida: su alimento, su vestido, su habitación, vienen directamente de ella».

Este final libertario, propio del anarquismo y del colectivismo agrario – «la tierra para el que la trabaja» – fue una de las demandas que perdió fuerza en sus obras posteriores, posiblemente presionado y mediatizado por una oligarquía cafetalera acaparadora, que se negaba a pensar en una reforma agraria en la década de 1920 y aún menos en la expropiación o colectivización de la tierra, o en la propuesta de George de crear un impuesto sobre el suelo. Este derecho inalienable apenas aparece citado en el decálogo de su Mínimum vital, salvo en una pequeña alusión en el punto tres, acerca de las necesidades que han de ser satisfechas como derechos, desaparece del programa político que Masferrer propuso con el Partido Laborista de Arturo Araujo y también del programa de la Sociedad Vitalista guatemalteca y de la Unión Vitalista de Hispanoamérica. Posteriormente y en el último segundo tomo del Libro de la Vida y de un libro hasta el momento no editado, Hombre o Vampiro, vuelve de nuevo a sus presupuestos anarquistas y colectivistas iniciales.

Masferrer funda buen parte de su vitalismo teosófico en una crítica velada al positivismo y al liberalismo. Cuestiona aquellas teorías que consideraban que el medio ambiente influía en el carácter, en el comportamiento de los pueblos y les impedía progresar. Criticaba a aquellos intelectuales salvadoreños por su pesimismo y determinismo, al dejarse influir por «esas doctrinas deterministas del medio ambiente». Los intelectuales se engañan, dice Masferrer, porque «es más falso y ridículo afirmar que el individuo ha de ser rigurosamente igual al medio ambiente social […] el individuo nace con suficientes capacidades para mejorar el medio de donde ha salido. Enseñar lo contrario es tan erróneo como inmoral».

Estos principios son propios de los librepensadores y difíciles de deslindar del socialismo fabiano, del socialismo utópico de los primeros anarquistas y de los primeros teósofos vinculados entre ellos a través de innumerables espacios de sociabilidad con pensadores relacionados con el socialismo fabiano como Besant, Cousin o Shaw o el mismo Kropotkin.

La otra vertiente de Masferrer era su antiimperialismo y su hispanoamericanismo, aunque no su anti-norteamericanismo, ya que distinguía entre el pueblo norteamericano y las políticas de las administraciones norteamericanas, frente las cuales era enormemente crítico. Proponía una reacción conjunta de la región centroamericana ante las injerencias del «imperialismo yanqui», pero defendía los valores del pueblo norteamericano, -como Mendieta- especialmente aquellos de carácter individual, moral y cultura que a su juicio era lo que les había permitido dar el gran salto. Su antiimperialismo era más bien rodoniano de búsqueda de lo propio frente a lo ajeno, de reencuentro con los valores hispanoamericanos y de rechazo a la imitación de lo norteamericano, evitaba copiar lo extranjero como lo único bueno y válido para la constitución de la patria y la nación. En la línea de Rodó y Martí, a quienes citaba frecuentemente, buscaba aquellos rasgos propios de lo latino, hispano y centroamericano y los contraponía a lo anglosajón, como rasgos singularización de la nación y de elementos de formación de la unidad nacional, regional y continental.

Su visión continental hispanoamericana le llevó a crear, en 1929, la Unión Vitalista Hispanoamericana, auspiciada por Gabriela Mistral. Sin embargo su visión continental no le empañaba el deseo, incluso la necesidad, de reforzar la Unión Centroamericana, que la veía como una de las vías par alcanzar o reforzar el panhispanismo. La propuesta póstuma, a modo de catecismo político, en sus cuartillas unionistas, publicadas en Quetzaltenango en 1939, resultan esclarecedoras acerca de la necesidad imperiosa de forjar la patria centroamericana. Probablemente el contacto con los unionistas quetzaltecos le hacía pensar que era éste el primer paso, inicialmente unitario, para llegar a una forma federal como concebía la patria hispanoamericana. En este interesante documento, no recuperado hasta el momento en ninguna recopilación de sus obras, planteaba a modo de catecismo político del siglo XIX, cuál debía ser la ética, la actitud vital, la estrategia y la posición que debía mantener un ciudadano unionista centroamericano. De los nueve puntos que consta este catecismo político, tres son de carácter ético-político: cómo debe ser y comportarse un buen centroamericano que quiera contribuir a la construcción de la unión. En primer lugar, a a juicio de Masferrer, no debe ser liberal ni conservador sino unionista y llevar toda su vida y sus actuaciones en beneficio de la Unión.

En la tónica del decálogo considera que un buen centroamericano debe: colaborar con su dinero y actuaciones a la consolidación de la unión, no colaborar con ninguna guerra centroamericana porque sería una guerra fratricida. No permitir que ningún centroamericano pueda ser considerado extranjero, porque lesiona la unidad de los pueblos y sobre todo, un buen centroamericano debe, «sostener sin descanso, con su dinero e influencia la prensa unionista»; «Cultivarás la tolerancia como raíz central de toda unión, el respeto como la condición esencial e ineludible de toda libertad y de toda cultura…porque la necesidad perentoria es hacer la unión, porque si no la hacemos juntos se apoderarán de nosotros y después no habrá ni conservadores ni liberales sino súbditos de un poder extraño».

NOTA: Hispanoamérica Unida no es responsable de los errores tipográficos del texto original.

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