«luchar cada uno por su lado beneficiaba en realidad a otras potencias, y como consecuencia en 1833 se perdieron las Islas Malvinas (…) Méjico, nada más acceder a la independencia, abrió al comercio y la emigración de Estados Unidos (…) sus inmensos territorios del norte, lo que fue la principal razón de que acabara por quedarse sin ellos. Otras naciones también perdieron, a manos de Brasil, buena parte de la Amazonia tras separarse de España. Bolívar, con su idea de la unidad de Hispanoamérica lo que acabó por causar, en realidad, fue la liquidación de esta»

El mundo occidental, hacia 1800. Las Indias (Hispanoamérica), como parte de la Monarquía hispánica, era el Estado más extenso y poderoso.
Artículo del historiador y escritor Ramón Sordo Sotres, publicado el 20 de octubre de 2010 en el sitio web Asturias Liberal bajo el título «330 años de preponderancia española».
El primero de junio de 1792 los habitantes anglosajones del territorio llamado Kentucky se integraron como un Estado más en los Estados Unidos pero la segunda opción que habían considerado fue unirse a España, que unos años antes había llegado a fundar ciudades en lo que hoy son Memphis y Vicksburg y además desde San Luis controlaba el centro de América del Norte.
España (aunque durante los siglos XVI y XVII el Reino no se llamó así sino que era la suma de Castilla, Aragón, Flandes, parte de Italia y durante decenios Portugal; Monarquía Católica era entonces el nombre oficial) fue el Estado más importante del planeta desde el año 1492, el del descubrimiento de América, hasta 1821, fecha de la independencia de Méjico.
Aunque en la década de 1640 Francia la reemplazó como el Estado hegemónico en Europa, España no entró entonces en decadencia sino que aún durante cerca de dos siglos se trató todavía del principal Estado del mundo debido a los inmensos territorios de América que exploraba y colonizaba, fruto de lo cual son hoy una veintena de naciones del hemisferio occidental.
Durante el siglo XVIII Madrid libró varias guerras victoriosas (aunque también se sucedieron las derrotas) contra Gran Bretaña, con grandes militares como Blas de Lezo o Bernardo de Gálvez, y conflictos como el de la Oreja de Jenkins (de 1739 a 1748). Es una vergüenza que ni siquiera en la carrera de Historia se nos haya enseñado esta contienda en la que los ingleses quedan en ridículo y sí del desastre de la Grande y Felicísima Armada (muy mal llamada Armada Invencible), una batalla perdida de una guerra (la de 1585-1604) que sin embargo terminó o en ligera victoria española o en empate, como en tablas y no en victoria inglesa finalizó también la lucha secular por la hegemonía atlántica entre España y Gran Bretaña.
Francia, incluso en el siglo XVI disponía de más recursos (industriales y de muchas otras clases; la importancia de la potencia industrial en una guerra alcanzó su apogeo en las dos Guerras Mundiales y la Guerra Fría del siglo XX) y población que España, lo que se notó mucho a partir de 1640 pero la valía de los hombres españoles era lo que había proporcionado a España la hegemonía en el mundo, capacidad que para nada se refleja en la literatura de la época que se imparte hoy en los centros de enseñanza: El Lazarillo, El Quijote…
Es discutible, y estamos ante un debate de amplio calado, la utilidad de tantas guerras en las que los europeos se mataban entre ellos o si las colonias de Ultramar castellanas beneficiaron por una parte al colonizador o por otra a los que ya vivían allí —lo que también depende mucho del lugar americano en concreto que se analice—, pero sí se puede concluir que las de América convirtieron a España durante más de tres siglos en el Estado más importante del mundo; también es verdad que durante todas estas centurias los piratas berberiscos atacaron costas y barcos españoles, lo que hizo paradójica y muy frágil esa hegemonía, sin olvidarnos de que en más de una ocasión se quebró la unidad interna.
Los países hispanos de América lo natural era que se independizaran y la principal razón para ello fue la fundación de Estados Unidos, apoyada en su momento por Madrid de forma decisiva y contraria a sus intereses coloniales, pero probablemente se trató de una emancipación prematura en muchos casos y en todo caso dentro de unas tremendas guerras civiles, que no otra cosa sucedió en Hispanoamérica entre 1808 y 1829.
Argentina sí estaba preparada para la independencia pero de la derrota en 1806 y 1807 de los invasores británicos básicamente por milicias locales no se extrajo la conclusión adecuada, la de que la unión de españoles e hispanoamericanos era muy fuerte y que luchar cada uno por su lado beneficiaba en realidad a otras potencias, y como consecuencia en 1833 se perdieron las Islas Malvinas.
Por su parte, Méjico, nada más acceder a la independencia, abrió al comercio y la emigración de Estados Unidos (hasta entonces severamente perseguidos) sus inmensos territorios del norte, lo que fue la principal razón de que acabara por quedarse sin ellos. Otras naciones también perdieron, a manos de Brasil, buena parte de la Amazonia tras separarse de España. Bolívar, con su idea de la unidad de Hispanoamérica lo que acabó por causar, en realidad, fue la liquidación de esta.