
Mapa de Paraguay 1875, «Mapa Original de la Republica Argentina y Estados Adyacentes Comprendiendo Las Republicas Chile, Paraguay y Uruguay».
«pese a la descomposición política y atomización del continente americano, la identidad común hispanoamericana se vio poderosamente reforzada, por encima de indigenismos y particularismos varios»
El siguiente texto es un fragmento del artículo titulado «Una epopeya genuinamente nacional» («Epílogo» a La independencia del Paraguay. Servilibro, Asunción 2011, páginas 163-166) de José Manuel Rodríguez de Pardo, Doctor en Filosofía de la Universidad de Oviedo. Publicado el 2 de abril de 2013 en la bitácora «La lengua del imperio».
El concepto de nación, en su doble acepción política y étnica, inspiró los intentos de institucionalizar el poder. En el caso paraguayo, lo guaraní se convirtió en la «seña de identidad» de la República del Paraguay.
Las generaciones nacidas tras la Guerra de la Triple Alianza, que incluyen nombres tan eminentes como los de Blas Garay, Justo Pastor Benítez o Efraím Cardozo, apremiadas por sacar un país de la ruina y definir su posición frente a terceros, habrían de reconstruir toda la historia desde la revolución de 14 de mayo de 1811 como surgimiento de la nacionalidad paraguaya y no como proyecto de unidad continental.
Estas generaciones estarían también involucradas en cuestiones de suma importancia para la nación paraguaya, como la definición de los limítes con Bolivia, situación polémica que desembocaría en la Guerra del Chaco. Por eso Justo Pastor Benítez señaló en 1937 la tarea del Doctor Francia como fundador de la nacionalidad: «Para la creación del Paraguay, preexistían factores territoriales, raciales, idiomáticos y la tradición cívica de los Comuneros. La tarea consistió en organizar con esos factores un Estado, y hacer que tal Estado fuera una república, democrática, igualitaria».
Al contrario de naciones europeas como España, Francia, Italia o Alemania, donde siglos de experiencias comunes previas a las naciones modernas permitieron el paso prácticamente directo de una nación histórica a una nación política, las naciones americanas hubieron de nacer fruto de las experiencias fracasadas de unidad continental que Bolívar, San Martín o el Doctor Francia intentaron poner sobre el terreno. La descomposición de la Monarquía Hispánica y del Imperio Español, y con ella de muchos de los referentes que mantenían esa unidad, fueron causas inmediatas de ello.
Sin embargo, la paradoja resultante es que, pese a la descomposición política y atomización del continente americano, la identidad común hispanoamericana se vio poderosamente reforzada, por encima de indigenismos y particularismos varios. El idioma común de Hispanoamérica, el español, se mantuvo como ese referente que permite la comunicación por encima de diferencias nacionales a veces muy enconadas. El Paraguay, por encima de consideraciones distintivas relativas a la etnia y el idioma guaraní, es un legítimo miembro de la comunidad hispánica de naciones, resultado de la influencia española de varios siglos que vincula al país con otros de su entorno.
En un mundo en el que, en contra de Fukuyama, la Historia Universal ha comenzado efectivamente gracias a poderosas herramientas de comunicación global como internet o la televisión en directo, no es desdeñable la incidencia que puedan alcanzar plataformas tales como la actual comunidad hispánica de naciones, cuyo status quo es susceptible de transformación e incluso de jugar un papel histórico de importancia en un futuro no muy lejano.