“España se había desdoblado en otra nación iberoamericana. Esta nación colonial carecía de derechos políticos, soberanía popular y progreso técnico. Pero de todas maneras era una nación integrada por el tejido conjuntivo de la lengua, el territorio, la psicología y la religión, asentada sobre una economía mixta con escasa articulación e interrelación internas” (Jorge Abelardo Ramos)
Capítulo extraído del libro «La verdadera historia de la separación de 1903», del sociólogo y político panameño Olmedo Beluche, publicado en el sitio web panameño El Dorado (Biblioteca Virtual Iberoamericana y Caribeña).
A poco de cumplirse dos siglos de la emancipación americana, en la que enormes ejércitos comandados por Simón Bolívar luchaban, entre otras cosas, por constituir una gran nación Hispanoamericana, sigue en pie la pregunta de si esta aspiración era una utopía irrealizable o si era, y sigue siendo, un sueño factible. En caso de que la respuesta sea la segunda variante, cabe preguntarse por los factores que incidieron en su fracaso, y si estamos en condiciones de superarlos en la actualidad.
Este interrogante nos lleva a un problema más general: ¿Qué es una nación? Leopoldo Mármora (El concepto socialista de nación) señala que Humbolt y Schiller distinguían dos conceptos de nación: la “nación-cultura” (como la fragmentada nación alemana del siglo XVIII y XIX) y la “nación-estado” (cuyo modelo ha sido Francia), construida entorno a un mercado “nacional” con una administración política centralizada.
Mármora señala que la teoría social marxista ha oscilado entre ambos extremos: “La nación en el sentido de nación burguesa moderna basada en un mercado capitalista nacional, es decir la ilusoria comunidad de los propietarios de mercancías…; y la nación, confundida como nacionalidad…. Como unidad étnico-cultural históricamente dada…”
Ricaurte Soler establece (Idea y cuestión nacional latinoamericana) que las modernas naciones capitalistas europeas fueron emergiendo desde el siglo XV impulsadas por una alianza política de las monarquías absolutas y el capital mercantil, y que este espacio nacional fue una precondición del pleno desarrollo capitalista a partir de las revoluciones burguesas del siglo XVIII.
Soler, discutiendo contra Samir Amín (que ha reivindicado la existencia milenaria de una nación árabe), asocia capitalismo a nación y rechaza la posibilidad de naciones basadas en modos de producción precapitalistas. Respecto a Hispanoamérica, Soler describe el estancamiento que sufrió el desarrollo capitalista hispano luego de la derrota de los comuneros de 1521 y la persistencia de elementos feudales en el imperio español. Lo cual impidió conformar una nación española, mucho menos una Hispanoamericana.
Lo dicho nos lleva a una reflexión respecto a qué tipo de formación económico social tuvimos durante el período colonial español, feudal o capitalista, que es un debate que abordaremos en otro artículo. Para Soler, Hispanoamérica recién entra al desarrollo capitalista con la independencia, por lo que lógicamente no cabe la posibilidad de conformar una nación continental a comienzos del XIX.
Sin embargo, hay autores que no comparten el punto de vista de Soler. Por un lado, algunos como Sergio Bagú (La economía de la sociedad colonial) o Gunder Frank, reconocen elementos primordialmente capitalistas en la fase colonial. Por otro, hay quienes se resisten al reduccionismo económico y señalan los elementos culturales comunes que daban fundamento a una nación que se fraccionó justamente por el peso de la oligarquía feudalizante y la burguesía comercial importadora agente del capital inglés y norteamericano.
El argentino Jorge Abelardo Ramos dice: “España se había desdoblado en otra nación iberoamericana. Esta nación colonial carecía de derechos políticos, soberanía popular y progreso técnico. Pero de todas maneras era una nación integrada por el tejido conjuntivo de la lengua, el territorio, la psicología y la religión, asentada sobre una economía mixta con escasa articulación e interrelación internas” (Historia de la nación latinoamericana).