Integración y unidad de América virreinal

«Hispanoamérica colonial fue un espacio abierto a la integración económica y social de nuestros países (…) Tras la independencia, las fronteras de los nuevos Estados dividieron regiones antes integradas y aislaron a gentes que por siglos habían estado comunicadas (…) Hispanoamérica, que fuera la Patria de nuestras luchas comunes, fue olvidada y sustituida por republiquitas, hechas a la medida de las ambiciones de los caudillos militares o de los apetitos oligárquicos»

El siguiente texto es un fragmento del artículo titulado «Los amores de Quito con el Perú», de Jorge Núñez Sánchez, publicado en el sitio web Pacarina del Sur el 14 de diciembre de 2012.

“Hispanoamérica existió primero. Esa fue la
Patria por la que pelearon nuestros próceres.
Las republiquitas asomaron después.”

Ricaurte Soler

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Antiguo mapa de la provincia de Quito. Durante la época virreinal, el sur de la región quiteña y el norte de Perú eran una región integrada que las fronteras republicanas dividieron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hispanoamérica colonial fue un espacio abierto a la integración económica y social de nuestros países. Un ejemplo de ello fue la Gran Región Surquiteña–Norperuana, vinculada desde la época de los pueblos originarios y muy transitada por el comercio colonial. El elemento articulador fue el intercambio comercial de productos agropecuarios, manufactureros y de recolección, lo que a su vez estimuló importantes migraciones humanas. Tras la independencia, las fronteras de los nuevos Estados dividieron regiones antes integradas y aislaron a gentes que por siglos habían estado comunicadas. Entonces, en busca de evitar su división, esa Gran Región impulsó un proyecto político liderado por el mariscal José de Lamar, que finalmente fue derrotado por los poderes nacionales de Colombia y Perú. Empero, esa experiencia de integración es la firme base sobre la que hoy levantan Ecuador y Perú su nueva relación de paz.

Las Viejas Rutas Humanas

La independencia y el surgimiento de los Estados Nacionales marcaron la apertura de nuestros países hacia nuevos horizontes políticos y sociales, pero también trajeron consigo la desvalorización o clausura de muy antiguos horizontes históricos. Tras imponerse una salida reaccionaria en el proceso de emancipación, Hispanoamérica, que fuera la Patria de nuestras luchas comunes, fue olvidada y sustituida por republiquitas, hechas a la medida de las ambiciones de los caudillos militares o de los apetitos oligárquicos. Desde entonces, al marcar con una línea de frontera el ámbito de sus respectivas soberanías, los nuevos Estados recortaron antiguos espacios abiertos, dividieron regiones antes integradas y aislaron a gentes que por siglos habían estado comunicadas.

Uno de esos antiguos espacios de integración divididos por los poderes republicanos fue la Gran Región surquiteña – norperuana. Desde muchos siglos atrás, este espacio socio–histórico había sido construido por las antiguas  culturas del occidente sudamericano (Valdivia, Chimú, Vicus, Guangala, Narrío, Tallán. Tumpi, Huancavilca, Cañari, Palta, Ayabaca, Huancabamba, Guayacundo y otras), que hallaron en él un escenario geográfico adecuado para representar el gran drama de su vida social y su desarrollo histórico. Los estudios de Jaime Idrovo, Dominique Gomis, Anne Marie Hocquenghem, Félix Paladines y otros investigadores contemporáneos revelan la riqueza de las migraciones humanas, los flujos comerciales y los intercambios culturales que hubo en esta región durante su primera historia. Esos intercambios permitieron que un país con escasos recursos auríferos, como el antiguo Perú, levantara sin embargo las más altas culturas del oro, gracias al aporte aurífero de los pueblos del actual Ecuador. Igualmente, ellos determinaron que pueblos que no producían cobre, como los de la región guayaquileña, pudieran fabricar y utilizar masivamente las “hachas–monedas”, primera moneda metálica del continente americano. En fin, gracias a ellos la concha “Spondyllus” y el “mullu” circularon generosamente por la costa del Pacífico Sur americano y adquirieron su trascendental valor de uso y valor de cambio.

La dominación colonial afectó a los elementos supervivientes de ese intercambio, pero las autoridades coloniales buscaron preservar, hasta donde fuera posible, la integración espacial de aquella Gran Región, para mejor beneficiar a los intereses de la corona. Así, ella fue funcionalizada de acuerdo a los intereses del sistema colonial, bajo la autoridad del Virreinato del Perú, situación que no se alteró con la creación de la Audiencia de Quito, en 1563, cuyos límites sureños quedaron marcados por una línea que iba, de Oeste a Este, desde el puerto de Paita hacia Piura, Cajamarca,  Chachapoyas, Moyobamba y Motilones.

La producción económica de ese gran espacio sufrió profundas transformaciones bajo el sistema colonial. La búsqueda y explotación de metales preciosos se convirtió en el eje de la labor económica colonial y condicionó el desarrollo de todos los demás sectores de la economía. En ese marco, el “Cerro rico de Potosí” se convirtió en el motor de la economía colonial sudamericana, a la que alimentaba de recursos monetarios y de la que recibía variados productos primarios y manufacturados.

Eso tuvo grandes efectos en el agro. En vez de las antiguas economías locales de subsistencia, que poseían un componente limitado de intercambio comercial, afloraron economías regionales orientadas a la exportación.

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