El español, idioma común de Hispanoamérica

«No es el pasado lo que debería ocupar tanto desvelo. Es el futuro. El idioma español en el mundo, en Internet, en su relación con el inglés (…) Lengua y cultura enriquecida por su mixtura con las culturas indígenas y africanas (…) Lengua y cultura ya no sólo española. Hispanoamericana. Sin mayores problemas»

Extensión de la lengua española en América

Extensión de la lengua española en América

Fragmento del artículo originalmente titulado «Las vueltas y revueltas del castellano», de Augusto Zamora R., profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Publicado en el diario español El Mundo el 31 de mayo de 2001.

Nada expresa mejor la comunión hispanoamericana con el idioma español que la actitud de los emigrantes en Estados Unidos. La riada de desheredados que a diario cruza la frontera desde México está protagonizando una revolución tan silenciosa como irreversible. Tras décadas de tiranías militares y como efecto colateral del expolio dirigido por el FMI, so pretexto de sanear las economías, millones de latinoamericanos han emigrado al imperio.

Contrariamente a lo ocurrido con otros grupos nacionales, que se diluyeron en el crisol norteamericano, la emigración latinoamericana llegaba con su lengua y su cultura. A pesar de las humillaciones y maltratos, defiende su ethos y ha asumido el calificativo de hispano o latino como identificación. No por descender de españoles, pues la inmensa mayoría son mestizos, mulatos e indios, sino por sentirse parte de una cultura tejida en torno al idioma español, que ama y defiende con pasión desprovista de odios o sectarismos.

Vanas han sido las campañas teñidas de xenofobia, el english only, las leyes castigando el español o los esfuerzos por detener el flujo migratorio. Los hispanos llegaron y, con ellos, su lengua y su cultura. EEUU se hará, pese a quienes sostienen la supremacía de los wasp (blancos, anglosajones y protestantes), un país bilingüe. De hecho, varios estados ya lo son.

Ningún tributo mayor a esta realidad que haber visto a los candidatos demócrata y republicano, Al Gore y George Bush, chapurreando el español para ganar los votos de la mayor minoría del país. O ver al ya presidente Bush leyendo discursos semanales en la lengua de Cervantes y Quevedo, la misma que vivificó Rubén Darío y que escritores como Neruda o García Márquez han elevado a cimas gloriosas. Una lengua que resiste con éxito la expansión del inglés y que se da el lujo de ser segunda lengua en el seno del mayor imperio angloparlante.

Lo hispano, en EEUU, ya no es mote despectivo, sinónimo de inferioridad. Es realidad viva, que asciende con fuerza a las cimas del poder político, económico, social y cultural y que apenas empieza. Porque la masa migratoria sostiene y está sostenida por su acervo cultural hispánico, amplio, fuerte y prolífico. Ya no necesitan las actrices cambiarse el nombre, como debió hacer Margarita Cansino, conocida como Rita Hayworth. Los wasp ya no ven inútil hablar español ni tienen como vergonzoso casarse con hispanos o reconocer su afición a la música salsa, al chile o al Cartero de Pablo Neruda.

Mientras Latinoamérica se amplía y lleva la lengua española a territorio de EEUU, España se encoge. Personas que quieren pasar como ilustrados del siglo XXI se desgastan en discusiones enraizadas en el XIX, con pasión digna de mejores causas. No cabe poner en duda el derecho de quienes tienen una lengua materna distinta a hablarla y preservarla, como se hablan y preservan en los países latinoamericanos las otras lenguas. Lo que se ve absurdo es consumirse en temas que, vistos desde perspectivas menos obcecadas, deberían entenderse superados por los últimos desarrollos históricos, internos e internacionales.

Resulta paradójico que el castellano, lengua que hablan 400 millones de personas en el mundo, sea objeto de tantas incertidumbres en su solar natal, situación que debilita el papel que puede y debe jugar España como tierra madre de un idioma universal. ¿Puede un país que se presenta incapaz de resolver el papel de la lengua castellana en su propio patio aspirar a liderar su defensa en el más inhóspito ámbito internacional? ¿Cómo conciliar la discriminación del castellano en ciertas comunidades con proclamas de proximidad a una región que tiene en el castellano una seña esencial de identidad? ¿Cómo predicar tolerancia desde la intolerancia lingüística y étnica a países mestizos y plurales?

Contra lo que puede creerse del hecho de compartir un idioma común, poco se sabe de las sociedades latinoamericanas en España. Podría no ser mala idea organizar viajes para políticos e ideólogos. Invitarles a vivir la síntesis caribeña, conocer las comunidades indígenas y negras. Hacerles partícipes de ese mundo de tolerancia y mixtura que puede ser espejo de lo que será en un futuro la humanidad. O invitar a pastores moravos, dirigentes indígenas, emigrantes en EEUU, a que les hablen, desde su humildad y pobreza, de la fuerza de nuestro acervo cultural, del valor y la necesidad de defender el idioma común, la común cultura. Que tomen ejemplo de la convivencia pacífica y respetuosa entre etnias y pueblos de orígenes tan disímiles, americano, europeo y africano, en países tan pequeños como los ribereños del mar Caribe. Del sinsentido de desgastarse magnificando diferencias o agravios que, comparados con lo pasados y presentes de Latinoamérica, son tan insignificantes que no ameritarían un debate. Menos todavía un muerto.

Por eso sorprende, desde la otra orilla, la polémica recurrente sobre el ser y no ser del castellano. La realidad o no de España. No es el pasado lo que debería ocupar tanto desvelo. Es el futuro. El idioma español en el mundo, en Internet, en su relación con el inglés. Hacerlo desde la satisfacción de pertenecer a una cultura que, superando rencores por hechos pasados, debe ser asumida como patrimonio de toda España, como se ha asumido en Hispanoamérica. Lengua y cultura enriquecida por su mixtura con las culturas indígenas y africanas. Sostenida hoy por los descendientes de indios derrotados, esclavos africanos, mestizos y criollos. Lengua y cultura ya no sólo española. Hispanoamericana. Sin mayores problemas.

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