
Representación de la batalla de Tuyutí, por Cándido López (1866). La Guerra de la Triple Alianza, promovida y liderada por Brasil, fue devastadora para el Paraguay.
Se perfila por fin como la fuerza dominante en la América del Sur, pero su autonomía es relativa en un orden mundial regido por Estados Unidos
Para realizar el designio de los «bandeirantes» portugueses, que anhelaron siempre convertirse en el epicentro de la América del Sur, Brasil empieza a dominar la América meridional, como lo previó Simón Bolívar
La América Portuguesa de la cual viene el Brasil se distingue en algo fundamental de la América Española, de la cual vienen los otros países que ocupan las tierras suramericanas. La América Portuguesa conservó en todos los avatares históricos su unidad política. La América Española, que ya se había desparramado en virreinatos y capitanías generales, se disgregó en varias o muchas naciones.
El origen de este contraste viene de varias circunstancias, pero la más importante es, a mi juicio, aquélla que erigió en el futuro Brasil un solo polo, el de Sao Paulo, mientras en la América Española prosperaban y se hacían competencia varios centros. Para decirlo más grotescamente, Buenos Aires y Montevideo, separadas apenas por el Río de la Plata, sostenían ya en la Colonia una estúpida rivalidad, sin darse cuenta, en el colmo de la ruindad, que a sus espaldas los portugueses creaban un vastísimo imperio extendido entre el Paraná y las fuentes del Orinoco, y entre el Atlántico y la cordillera de los Andes. Mientras Montevideo y Buenos Aires entablaban un pleito de comadres mediocres, el Brasil nacía como gigante geográfico. No fue ridículo que al emanciparse de Portugal en 1822, adoptara el nombre de Imperio do Brasil.
A Simón Bolívar, que era geopolítico como todo caudillo, le preocupaban en América la naciente República de los Estados Unidos y el naciente imperio del Brasil. Y tenía razón, frente al localismo enano de venezolanos y granadinos, que se tiraban de las greñas porque San Faustino fuera de unos o de otros, aquellos retos eran espeluznantes.
BRASIL Y AMÉRICA DEL SUR
Desde el primer momento los portugueses, y luego los brasileños, contemplaron la posibilidad de subordinar a toda la América del Sur, ejerciendo sobre ella las presiones y creando las situaciones que aconsejaban sus ventajas. Naciendo todos los ríos que vierten sus aguas al Plata, en territorio brasileño, el gobierno de ese país quedó desde la Independencia en capacidad de perfilarse como el hegemón del Cono Sur. Había un obstáculo que los brasileños liquidaron desde mediados del siglo XIX, el fiero Paraguay de las misiones, aislado en su régimen colectivista creado por los padres de la Compañía de Jesús. La guerra de la Triple Alianza, promovida y liderizada por Brasil, acabó con aquel inconveniente.

América del Sur en el siglo XVIII. Al igual que hizo Estados Unidos en el Norte, Brasil amplió su territorio a costa de la América hispana (en color rosado en el mapa), y a pesar de que esta era mucho más extensa al principio, acabó fragmentándose en favor del Brasil.
Pero detrás de todo ya en aquella época había un complejo mundial que todo lo dominaba, lo condicionaba o lo influía. A la cabeza de ese complejo estaba Inglaterra. El Brasil entendió que el ejercicio de esa preeminencia en la América del Sur exigía la alianza o acercamiento con la Inglaterra victoriana. Y en América del Sur, Río de Janeiro, entonces capital del imperio y, luego, de la República de Brasil, fue el instrumento inglés por excelencia. La clase dirigente del Brasil no era sólo codicia. Tenía también la capacidad para el esfuerzo y el cálculo, como ocurre o debe ocurrir con toda clase que anhele dirigir. El Brasil fue convirtiéndose antes de 1914 en un emporio agrícola de alcance mundial. Ya para 1914 era el primer productor mundial de café, de cacao y de caña de azúcar, y tenía la primera ganadería de los trópicos. Pero…
VIENE LA INDUSTRIA
En 1930, la clase dirigente del Brasil entiende algo que la coloca por encima de todas sus similares de América Latina. El modelo primario-exportador, que ha hecho del Brasil primer productor mundial de aquellos géneros arriba mencionados, ha pasado ya a la historia. Hay que industrializar al Brasil para rimar con el mundo naciente y acomodarse a las nuevas fuerzas, y hay que trasladar las preferencias o acuerdos de Inglaterra a los Estados Unidos. Así viene el largo gobierno de Getulio Vargas, que echa las bases del Brasil moderno, en el cual hay características que no tiene ningún otro país de nuestro continente sureño.
La industrialización con Vargas comienza por las ramas pesadas de la manufactura, su piedra angular es la usina de Volta Redonda, productora de acero. Mientras Argentina, México o Colombia están produciendo textiles o confecciones, el Brasil se adentra en el acero y otros metales. En segundo lugar, Brasil erige sus industrias con un criterio de rendimientos competitivos, dando acogida al cálculo económico. Y, en tercer lugar, la industria en su casi totalidad es promovida por la burguesía nacional, de la cual fue siempre vocero Getulio Vargas. Ya en los años cincuenta, cuando Vargas deja de ser útil y los militares que son el martillo de toda clase dirigente asumen el poder, el Brasil es una nación industrial completa.
O IMPERIO
Las industrias brasileñas fueron surgiendo con vocación internacional, para realizar en cada una de ellas el proceso manufacturero completo y buscando erigir allí un polo continental. En otras palabras, para realizar el designio de los «bandeirantes» portugueses, que anhelaron siempre convertirse en el epicentro de la América del Sur. El instrumento para llevar tal sueño a la práctica, como realidad, es el Mercosur, donde Argentina admite por fin su posición secundaria y subordinada. Brasil empieza a dominar la América meridional, como lo previó Simón Bolívar.
Esta perspectiva tiene una arista interesante para nosotros. O imperio do Brasil, para llamarlo por su verdadero nombre en portugués, tiende a enfrentarse con los Estados Unidos; son dos imperios, pero no puede ser autónomo. Hoy existe en el mundo una sola burguesía. La pugna entre Estados Unidos y Brasil no llevará a conflictos, será un pleito de familia. No hay que hacerse ilusiones.
Las rivalidades interimperialistas pasaron también a la historia. Ahora hay entre imperios discrepancias superficiales que se ventilan dentro de la cordialidad. De todas maneras, en la medida en que el Brasil domine el Mercosur en toda América del Sur habrá un palenque. Pero no caigamos en alegrías de tontos. Es como si alguien se regocijara porque va a recibir golpes de dos látigos y no sólo de uno. El Brasil camina o es ya una potencia imperialista. Dentro de ciertos límites se medirá con los Estados Unidos más como socio anhelante y atento para dirimir sus diferencias en paz.