Boom hispanoamericano

«Rescatar el uso de Hispanomérica e hispanoamericano, en el terreno básicamente lingüístico y cultural, para referirse a países de lengua española es una propuesta digna de atender. Habría que poner al margen discusiones bizantinas sobre el supuesto gesto imperial que connotaría hispano o hispánico, que no ha de serlo más que latinoamericano, producto de la francofilia de unos y los afanes expansionistas del sobrino de Napoleón»

Artículo de opinión de Fernando Rodríguez Mansilla, doctor en literatura española del Siglo de Oro, publicado en el sitio web Oro de Indias el 13 de diciembre de 2012.

hispanoamerica y sus escritoresHe seguido con atención y gran provecho los textos ofrecidos en el informe especial de El País dedicado a celebrar los cincuenta años del inicio del llamado Boom. El título completo del especial reza: 50 años del Boom latinoamericano. La literatura que cambió el español. Comparto y aprecio casi todo lo que plumas bien documentadas y talentosas han escrito en los diversos textos que lo conforman, pero tengo un amago de discrepancia o, mejor dicho, una duda: ¿por qué latinoamericano y no hispanoamericano? En mi opinión, hispanoamericano resulta un adjetivo más preciso. En vano he fatigado los textos del especial buscando alguna mención a literatura brasileña o del Caribe francófono y no he encontrado nada. Porque, para honrar el término, Latinoamérica o latinoamericano ha de referirse a los países americanos con lenguas de origen latino. Emplear latinoamericano para lo que solo es hispanoamericano es tan pretencioso e inexacto como decir que se va a abordar la literatura románica y solo hablar de literatura española.

Sin embargo, la imprecisión de latinoamericano o Latinoamérica es desbordante y ambos términos se emplean, a veces, como comodines y frescos cajones de sastre para referirse a autores, obras o realidades de países marcados más bien por la colonización específicamente española.De hecho, Latinoamérica suele usarse como un cliché, un lugar común cuando hay que referir algo exótico o llamar la atención sobre una supuesta comunidad imaginada. Esto no quiere decir que no haya usos acertados del término Latinoamérica. La Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, por ejemplo, da fe de su nombre por incluir y difundir autores brasileños y a críticos que escriben igualmente en portugués.

El término América Latina surgió a mediados del siglo XIX. Según lo refiere Wikipedia (que de estas cosas sabe mucho y lo que dice va a misa), fue usado por primera vez por un filósofo chileno, cuyo afrancesamiento (pecado en el que incurrieron casi todos los intelectuales progresistas del XIX y se perdona) queda patente. Se trataba de un concepto que operaba como un paraguas para aproximar a los países americanos a una potencia europea que por entonces tenía planes de intervenir a través de un neocolonialismo que naufragó con la empresa de Maximiliano en México; de allí que Francia lo impulsara inteligentemente.

De esa época hasta ahora hemos recorrido un trecho largo. Lo cierto es que América Latina o Latinoamérica y los latinoamericanos, a estas alturas, son realidades del imaginario continental. En los Estados Unidos el término viene de perlas porque es una cómoda etiqueta para todo lo que queda debajo del Río Grande: Latin America es distinta a America, que es Estados Unidos. Y Canadá, lamentablemente, queda atascada en un intersticio. Sin embargo, Québec y la literatura quebequense, al menos lingüísticamente, tendría pleno derecho de ser parte de la literatura latinoamericana. Celine Dion es una honorable latinoamericana, junto a Caetano Veloso, Carlos Monsiváis y Atahualpa Yupanqui.

Rescatar el uso de Hispanomérica e hispanoamericano, en el terreno básicamente lingüístico y cultural, para referirse a países de lengua española es una propuesta digna de atender. Habría que poner al margen discusiones bizantinas sobre el supuesto gesto imperial que connotaría hispano o hispánico, que no ha de serlo más que latinoamericano, producto de la francofilia de unos y los afanes expansionistas del sobrino de Napoleón. ¿Lengua del imperio? Menudo anacronismo. La lengua más imperial de tiempos recientes ha sido el inglés y próximamente lo será el chino. Cuántas necedades se han escrito en razón de la simplificación del adagio “la lengua compañera del imperio”,  el cual se refería no al castellano sino a conservar la enseñanza del latín. Tantas como en torno a Miré los muros de la patria mía, imaginando que realmente a Quevedo le ponían triste las reformas en Madrid.

Finalmente, y volviendo a la unidad de la lengua, que hace posible la existencia de algo llamado Hispanoamérica, Ernesto Sábato siempre nos recordaba –y lo decía a Joaquín Soler Serrano, que no hay más Flandes- que entre los mejores creadores y dominadores del español se encontraron Rubén Darío y César Vallejo, ambos mestizos y el último grandemente identificado con la reivindicación indígena. El otro es José María Arguedas. Este último no era precisamente un cantor de América a lo José Santos Chocano, sino más bien un espíritu escindido, dispuesto a retorcer el español hasta amoldarlo para transmitir estéticamente su experiencia del mundo andino. Ese mismo cultor del español lamentaba la Conquista y el trauma producido entre las gentes de aquella tierra que él amó como nadie. Y conste que él, por razones que no viene al caso mencionar aquí, no forma parte de ese club privado que, apelando a un eslogan, llamaron Boom. Tampoco figura Sábato, aunque alguna fama le salpicó. Juan Carlos Onetti, siendo de la generación de Arguedas y no menos innovador y genio que él, entró, en gran medida, gracias a que Mario Vargas Llosa lo reconoció como maestro.

Al final, después de los premios, la champaña y la rumba (porque París era una fiesta para Cortázar y compañía), queda, felizmente, un pecio significativo, un puñado de textos que son nuestros nuevos clásicos. Para saber más de ellos, de sus autores y su calidad literaria, he aquí el enlace al especial de El País, generosa yapa de una entrada que no tenía cuándo publicar:

http://elpais.com/tag/boom_latinoamericano/a/

La yapa adicional (la yapa de la yapa, diríase) es un fragmento de la entrevista a Sábato (atención al minuto 12:53): “La lengua castellana que nos toca a todos […] ese gran milagro, que nos toca a todos […] Yo soy hijo de italianos y mis ancestros son Cervantes y Berceo […] La lengua castellana, que España impuso en el continente, uno de los grandes misterios […] de la Conquista […] Conquista terrible, trágica y a veces bárbara, pero tan importante […] Si fuera cierta solamente la leyenda negra de la Conquista, no se explica por qué dos de los más grandes poetas de la poesía castellana, Rubén Darío y César Vallejo, descendían de indios, y no solo grandes poetas de la poesía castellana, poetas que cantaron a España y de qué manera. Eso indica que la Conquista fue un hecho complejo, muy complejo y dialéctico, como todo lo humano. Fue terrible y a la vez de una herencia poderosa […] de una enorme fertilidad espiritual […] que veinte naciones hablemos y escribamos, en América Latina, seamos descendientes de italianos o de indios, en la lengua de Cervantes, es el milagro más portentoso de nuestro tiempo…”

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