La Liga Anfictiónica como gobierno supra-nacional

«Dividir Sur mientras se unificaba el Norte, estimular el parroquialismo en las zonas meridionales (…) mientras la América sajona progresaba en su inteligente proceso de aglutinamiento nacional, fue el plan maestro de los estadistas de Washington, plan que requería (…) un activo trabajo de zapa en la opinión pública de las naciones del Sur, a fin de crear el clima propicio para que sus dirigentes dejaran naufragar la histórica empresa de su integración, sustituyéndola por un negativo e interminable litigio sobre sus soberanías y libertades»

Artículo originalmente titulado «La Liga Anfictiónica como gobierno supra-nacional de la gran sociedad hispanoamericana», de Indalecio Liévano Aguirre, diplomático, historiador, político y miembro de la Academia Colombiana de Historia. Publicado en el sitio web Debate Socialista, el 28 de junio de 2012.

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Ilustración de la portada del libro «Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá», de Germán de la Reza (Fundación Biblioteca Ayacucho, 2010).

NOTA: Las opiniones y expresiones vertidas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor y no deben interpretarse necesariamente siempre como un posicionamiento de nuestro sitio web Hispanoamérica Unida.

Como el Libertador le ordenó al vicepresidente Santander preparar en Colombia las fuerzas de mar y tierra que debían efectuar, al término de la guerra en el Perú, las operaciones de invasión a Cuba, y como esas operaciones aparejaban, según las instrucciones de Bolívar, la inmediata proclamación de la libertad de los esclavos en dicha isla, se comprende la reacción contraria del gobierno norteamericano cuando se vio enfrentado a la doble y alarmante perspectiva de la emancipación de la raza negra en territorios tan cercanos a sus Estados sureños y a la ocupación por fuerzas colombianas de una isla que los ideólogos del destino manifiesto consideraban como complemento y apéndice de su República Continental. Esa reacción quedó protocolizada en las instrucciones impartidas a los ministros acreditados por el gobierno de Washington en Bogotá y México, señores Anderson y Poinsett, principalmente en la definición contenida en la Nota que envió, en 1823, el Secretario de Estado John Quincy Adams al ministro norteamericano en Madrid, señor Hugo Nelson:

Las islas de Cuba y Puerto Rico -decía Adams- son un apéndice natural del continente norteamericano en virtud de su posición local y una de ellas (Cuba) es objeto de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de la unión. Su posición, que domina el Golfo de México y las Indias Occidentales; su situación media entre nuestra costa meridional y la isla de Santo Domingo; su amplia y segura bahía de La Habana, frontera de una extensa línea de nuestras costas, destituidas de esta ventaja; la naturaleza de sus productos y necesidades, que suministran las provisiones o requieren los cambios de un comercio inmensamente provechoso y mutuamente benéfico, todo esto da a la Isla, en el conjunto de nuestros intereses nacionales, una importancia con la cual no puede compararse la importancia de ningún territorio extraño respecto de la cual es poco superior la que une a los diferentes miembros de la Unión.(Writings of john Quincy Adams. Edited by W Ford)

Las doctrinas y pretensiones expuestas por Adams en esta nota, compartidas unánimemente por los estadistas norteamericanos, encontraron sus más fíeles intérpretes y personeros en los agentes diplomáticos despachados por el gobierno de Washington a las Repúblicas del Sur, quienes consiguieron convencer al Presidente mexicano Victoria y al general Santander de que renunciaran a la expedición sobre Cuba. Aunque este último no opuso resistencia ninguna a las presiones norteamericanas, tampoco dejó de darse cuenta de los móviles que las inspiraban, y así lo indica la siguiente carta dirigida por él al Libertador:

Los Estados Unidos, y sea esto reservado para usted -le decía-, se han interpuesto con este gobierno para que suspenda todo armamento contra la isla de Cuba, alegando que de otro modo pueden entorpecerse sus negociaciones con Rusia, a fin de que el Emperador incline al gobierno español a reconocernos. La verdad es que el comercio, dios de los americanos, es el que ha inspirado semejante interpretación.(9 de marzo de 1826). (Cartas y mensajes de Santander. Cortázar

El siniestro Joel Poinsett en México, Anderson en Bogotá y William Tudor en Lima, por sólo citar los principales, organizaron entonces una verdadera red de intrigas, cuyos hilos se movían en Washington y en la sede central de las logias del rito yorkino, intrigas que se orientaban a ofrecer toda clase de estímulos al espíritu regionalista y a las rivalidades de las distintas Repúblicas hispanoamericanas, a fin de crearle constantes obstáculos a la formación de Liga Confederal ideada por Bolívar. Dividir Sur mientras se unificaba el Norte,estimular el parroquialismo en las zonas meridionales del Hemisferio mientras la América sajona progresaba en su inteligente proceso de aglutinamiento nacional, fue el plan maestro de los estadistas de Washington, plan que requería -como bien lo comprendieron Adams y Clay- un activo trabajo de zapa en la opinión pública de las naciones del Sur, a fin de crear el clima propicio para que sus dirigentes dejaran naufragar la histórica empresa de su integración, sustituyéndola por un negativo e interminable litigio sobre sus soberanías y libertades, dizque amenazadas por los proyectos cesaristas del General Bolívar. Y debe confesarse que esta clase de racionamientos, para infortunio de nuestros pueblos, encontró eco en oligarquías criollas de Hispanoamérica, a diferencia de lo que sucedió en el Norte cuando los anglosajones, ya lograda su independencia, se enfrentaron a la decisiva tarea de reunir a las trece colonias de Inglaterra en su gran República Continental. Allí si se comprendieron las razones presentadas por los Padres Fundadores en favor de la inmediata integración política y no cayeron en el vacío, sino todo lo contrario, los argumentos luminosos presentados por Hamilton y Jay en El Federalista:

Es necesario -decía Hamílton- que un hombre se halle muy absorto en especulaciones utópicas para poner en duda que si los Estados (las 13 Colonias) estuvieran completamente separados o solo unidos en confederaciones parciales, las subdivisiones en que podrían partirse, contenderían frecuente y violentamente unas con otras … Esperar que pueda continuar la armonía entre varias entidades soberanas vecinas, ‘independientes e inconexas, sería volver la cabeza al curso uniforme de los acontecimientos humanos, desafiando la experiencia, acumulada a través de los siglos … Quizás se replique a esto que estén los Estados unidos o desunidos, habría siempre entre ellos un íntimo intercambio que produciría los mismos efectos; pero este intercambio se vería entorpecido, interrumpido y disminuido por una multiplicidad de causas. La unidad de los intereses comerciales, así como de los políticos, sólo puede conseguirse con la unidad de gobierno… Observaré brevemente que nuestra situación nos invita y nuestros intereses nos urgen a aspirar a un puesto predominante en el sistema de los asuntos americanos. El mundo puede ser dividido, tanto política como geográficamente, en cuatro partes, cada una con intereses bien diferenciados. Por desgracia para las otras tres, Europa con sus armas y sus negociaciones, por medio del fraude y la fuerza, ha extendido su dominio en diferente grado sobre todas ellas. África, Asia y América han sentido sucesivamente su autoridad. La superioridad mantenida tanto tiempo la ha conducido a empenacharse con el título de Señora del Mundo, y a creer que el resto del género humano ha sido creado para su beneficio. Hombres admirados como filósofos profundos, han atribuido a sus habitantes en términos directos, una gran superioridad física, afirmando gravemente que todos los animales, y con ellos la especie humana, degeneran en América, que hasta los perros dejan de ladrar cuando respiran cierto tiempo nuestro ambiente. Los hechos han apoyado demasiado tiempo esas arrogantes pretensiones de los europeos. A nosotros corresponde reivindicar el honor de la raza humana y enseñar la moderación a ese hermano presuntuoso. La unión nos permitirá hacerlo. La desunión sumaría otra víctima a sus triunfos. ¡Que los americanos no consientan en ser instrumentos de la grandeza europea! ¡Que los 13 Estados, unidos en una firme e indestructible Unión, erijan juntos un gran sistema americano, superior al dominio de toda fuerza o influencia trasatlántica y capaz de imponer sus condiciones a las relaciones del Viejo y el Nuevo Mundo! (El Federalista. Fondo de Cultura Económica. México, 1943)

Bolívar debía ser el blanco de todos los ataques de los agentes norteamericanos, porque bien se sabía en Washington que al minar su prestigio, se minaba también el prestigio del único hombre resuelto a impedir que en el Sur se creara el vacío de poder que constituía el requisito indispensable para el tranquilo progreso del destino manifiesto de la República Continental norteamericana. Si el secretario de Estado Clay calificaba a los enemigos y opositores del Libertador, en un documento oficial, de the wise and the good (los sabios y los buenos) (La diplomacia de los Estados Unidos en laAmérica Latina. Flagg Bemis), nada tiene de extraño que sus funcionarios diplomáticos, conscientes de la amenaza que Bolívar significaba para los intereses expansionistas de su país, se creyeran autorizados a intervenir en la política interna de los países hispanoamericanos y que sobrepasaran a Clay en las manifestaciones de censura y de hostilidad al Libertador, como lo demuestra el siguiente Informe, remitido al Departamento de Estado por William Tudor, representante norteamericano en Lima:

Su ambición (la de Bolívar) -decía Tudor- conducirá a guerras interminables, y la prosperidad de estos países despoblados será detenida… Su odio al régimen federal, cuya existencia en cercano Estado desaprobará con la alegada imposibilidad de una República en estos países, puede después conducirlo a hostilidades contra Guatemala y México, de modo que con toda su impaciente ambición militar no necesita temer que le falte ocupación para el resto de su vida. Operaciones hostiles mucho más justificadas y que la fatal ignorancia y la obstinación de España hacen inevitables, serán dirigidas previamente contra Cuba y Puerto Rico. El General Pérez (Secretario del Libertador) se me quejaba hace pocos días de que el gobierno de los Estados Unidos hubiese dilatado sus Movimientos (los de Bolívar) contra Cuba más de ocho meses; pero que tenía listos 8.000 hombres en Colombia y que su primer paso, después de la llegada de ellos (de Bolívar y de sus fuerzas militares a Colombia) sería invadir a Cuba. En conversación privada, el General Bolívar declaró recientemente que cuando hubiera arrojado a los españoles de esa Isla, conduciría un Ejército a España y celebraría la paz en Madrid, una de esas quijotescas extravagancias que ocasionalmente revela (…). Los choques que él recibirá de las opiniones de los Estados Unidos, relativos al camino que ha adoptado…, servirían, si mis previsiones están bien fundadas, para irritarlo profundamente; y, como Napoleón, naturalmente, sentirá un odio secreto por aquellos cuyo patriotismo consciente es esa censura silenciosa pero perpetua para él. No sé cómo pueda manifestarse esa enemistad; pero como su principal seguridad para conciliar elpartido liberal en todo el mundo se funda en la emancipación de los esclavos y en su cruel acusación de la esclavitud, es sobre este punto que concretamente puede atacarnos. No sé hasta dónde pueda albergar él sentimientos de hostilidad o hasta dónde pueda ésta llevarlo, pues tal materia es demasiado delicada para hacer nada más que formular la insinuación del alcance de un tema formidable, que diariamente asume aspectos más peligrosos, estando yo persuadido de que este asunto requerirá la más seria atención (24 de agosto de 1826). (Diplomatic Correspondence 01 the United States concerning the lndependence of the Latin American Nations. W R. Manning. N. Y., 1925)

Nadie se imaginaría, al leer los documentos de estos altruistas y desinteresados defensores de la Libertad y de los derechos de los pueblos, que ya en Washington estaba en marcha el plan invariable que permitiría a la República norteamericana, tan colmada de elogios por los enemigos de Simón Bolívar, apoderarse tranquilamente de Texas, California, Oregón, Filipinas, Cuba, Puerto Rico y … ¡Panamá!, la sede del Congreso de Plenipotenciarios convocado por el Libertador para defender los intereses y la cultura de Hispanoamérica.

Sobre el autor

(*)INDALECIO LIÉVANO AGUIRRE: Estudió Derecho y Ciencias Sociales y Económicas, su tesis de grado presentada en 1944 fue una biografía de Rafael Núñez, la cual le mereció la alta distinción de pertenecer –a la edad de 27 años- a la Academia Colombiana de Historia como miembro correspondiente. Historiador, periodista, y político liberal, su trayectoria como diplomático lo llevó a presidir la Asamblea General de las Naciones Unidas, nació en Bogotá en 1917. Entre sus escritos se encuentran: “Bolívar”, conocida biografía del Libertador, “Las Diferencias entre Bolívar y Santander”, “Razones Socio-Económicas de la Conspiración de Septiembre contra el Libertador”, “Significado de las Ideas de Bolívar y San Martín en el Mundo Moderno”, “El Proceso de Mosquera ante el Senado”, la que es considerada como su magna obra “Los Grandes Conflictos Sociales y Económicos de Nuestra Historia”, y la obra de donde tomamos esta sucesión de trabajos “Bolivarismo y Monroismo”. Murió el 29 de marzo de 1982.

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